viernes, 31 de octubre de 2014

centinela, ¿qué has visto en la noche?

     Hoy, viernes 31 de octubre, ya desde primera hora, seguimos en medio de un paréntesis o compás de espera en el que no es otoño ni verano ni la suma de ambos dividida entre dos. Estamos en tierra de nadie; o sea, res nullius, si no recuerdo mal. Pero no voy a negar que me atraen los territorios sin nombre, las mansiones abandonadas, los jardines echados a perder, los caballos que andan sueltos por el monte. Por eso, estos días fuera de lugar o de estación en los que no sabemos a qué atenernos, yo me siento extrañamente cómodo y bien recibido desde primera hora. Me ocurre otro tanto con las comedias dramáticas, las amistades amorosas, la moda de entretiempo. Y siempre me gustó aquello tan célebre de "Asia a un lado, al otro Europa..." Las obras sin género, las terrazas abandonadas después de la lluvia en septiembre, los tiempos de subjuntivo, lo que sucede o no sucede entre dos luces, o fuera de guión, o en ese ángulo muerto que no recogen las cámaras... Todos esos espacios sin una jurisdicción precisa y terminante me atraen como puertos francos o repúblicas corsarias donde sentirse uno a salvo... temporalmente. Esas tierras sin dueño, minas abandonadas, templos tomados por la selva, clubes clandestinos que no dejan huella ninguna (y hasta te fabrican una coartada ad hoc llegado el caso) son siempre algo así como un lugar de acogida. ¡Y estamos tan necesitados de lugares de acogida! Dicho esto, quizá venga a cuento preguntarse ¿qué hay, qué puede haber "entre azul y buenas noches"? Cuando lo que nos rodea es apremiante y urge o o atosiga más de lo debido, hay algo en mí -en cada uno de nosotros, supongo- que se subleva, y a la memoria acuden aquellas imágenes tan luminosas de Pépé Le Moko en la kasbah de Argel, con Jean Gabin moviéndose, desplazándose por las azoteas. Aunque, si bien se mira, esa kasbah enlaberintada viene a ser el refugio que alguna vez todos hemos soñado o merecido. La kasbah del fugitivo Pépé Le Moko es el territorio comanche que todos anhelamos de tarde en tarde, una vez al mes, un rato a la semana o diez segundos de luz a la hora del ángelus. Pero, volviendo al principio: comprendo que a la gente recta y limpia esta connivencia mía con la ambigüedad pueda llegar a sacarle de sus casillas. Pido pues disculpas por mis vaivenes y mis reservas morales. A veces, no ya de noche enteramente, pero tampoco del todo amanecido, me despierto en esa hora tan propicia donde las fantasías discurren en silencio a pleno rendimiento. Y con qué gustosa impunidad. Tras el vuelo, la luz de la amanecida me recuerda la cita tan hermosa de Praxímenes que abre el poemario de Blanca Andreu Los archivos griegos: "Centinela, ¿qué has visto en la noche?" Y el centinela responde: "He visto llegar la mañana."




4 comentarios:

  1. Un texto muy rico y juguetón.
    También a mí, me gusta la ambigüedad; la variedad de interpretaciones, todas igualmente validas...
    "Certezas
    A ver cómo es.
    Estaba quieta la inquietud por una vez.
    La desazón en sazón..." (Juan Gelman)




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  2. Sonreíd, amigos, si queréis, porque persigo al ciervo dorado; pero yo seguiré detrás de esta visión que se me escapa.
    A través de montes y valles, por tierras sin nombre, le persigo.
    No sé dónde ni cuándo, me ha cogido el hechizo de los vientos sin guardia.
    Cuanto tenía lo dejé caer en mi carrera ...
    ... solo me queda mi corazón libre.

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    1. Enigmático y huidizo ese ciervo dorado, pero sugerente, como todo lo que sueles regalarnos aquí. Gracias, María.

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