viernes, 30 de diciembre de 2016

el paso del tiempo nos deja temblando

     Como ya he contado aquí alguna vez, después de la Nochebuena en familia tengo por costumbre volverme a Madrid para pasar unos días solo en casa. Ejercicios espirituales, ya se sabe. Y a fuerza de repetirlos por las mismas fechas, esos viajes se producen generalmente bajo las nieblas mesetarias de adviento, con poco tráfico y con la misma música en el coche de los últimos seis, ocho, diez o más años. ¿Qué me lleva a insistir en esas canciones? Hay varios discos que siempre están ahí. Uno es el ya clásico Half the perfect world, de Madelaine Peyroux, esa mujer por la que siento debilidad; otro, el imprescindible Música para los amigos que reunió Fernando Trueba en los buenos tiempos de Calle 54; tampoco puede faltar esa joya que Herbie Hancock grabó en 2008: River, the Joni letters, con Wayne Shorter al saxo y las voces de Norah Jones, Tina Turner, Corinne Bailey Rae y la propia Joni Mitchell, tan recordada. Esas canciones dan continuidad al viaje, a los viajes. No falla: si a la altura de, pongamos por caso, Martín Muñoz de las Posadas suena el Nocturne de Charlie Haden, eso quiere decir que es Navidad y que todo está en orden, que la cosa funciona. Y es entonces cuando surge la pregunta: todo en orden, sí, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Un año más, dos, tres, cinco? Levanto el pie del acelerador para facilitar el adelantamiento a un bonito Audi TT gris plateado. Es rubia. Treinta y tantos años. Viaja sola, como yo. Eso me lleva a echar la vista atrás y recordar mis treinta y tantos. "¿Adónde van las palabras que no se quedaron?", decía aquella canción. Y entre bromas y veras, se me viene la copla XVII de Manrique: "¿Qué se hizo aquel trovar,/las músicas acordadas/que tañían?/ ¿Qué se hizo aquel danzar,/aquellas ropas chapadas/que traían?" Ironizo, claro está, pero la procesión va por dentro. Casi bulle. Todo ello -los viajes con niebla, los días solo en casa, este post que parece escrito hace tres años, "esta música" que "ya la toqué mañana"- forma parte de lo mismo, del paso del tiempo, de la herida del tiempo, de todo eso que nos deja temblando unos segundos, unos kilómetros, casi la mitad de una canción. Se ha acabado el disco. Mañana será otro año. Feliz 2017.

Herbie Hancock Feat Corinne Bailey Rae - River.mp4 - YouTube

viernes, 23 de diciembre de 2016

1.702 (y siete canciones)

     1.702, ese es el número de páginas vistas que ha tenido este blog en el último mes, tal como informan las estadísticas servidas en tiempo real por Blogspot. No sé si en términos comparativos es mucho o es poco, pero a mí me parece una enormidad; algo semejante a un pianista que diera un concierto al mes y completara cada vez el aforo de una sala con 1.700 butacas. O sea, como poner el cartel de 'no hay entradas' en el Teatro Real de Madrid. O cada dos meses llenar el Gran Rex de Buenos Aires. Parte de esa audiencia se la debe este blog a María Jesús Prieto, Concha Menéndez, Justi Sánchez Díaz, Enrique Salas, Carlos García o Carmen Agúndez, que con tanta fidelidad como paciencia comparten en Facebook estas confesiones de los viernes. También, cómo no, mi gratitud a quienes desde EE.UU, Rusia, Ucrania o Francia me visitan con asiduidad; al persistente y misterioso lector que suele entrar desde Isla Mauricio; a los silenciosos orientales que dejan su leve huella digital de madrugada; a quienes lo leen desde México, Argentina, Colombia, Perú... Viendo ese número -1.702- no he podido evitar bailar los dígitos y convertirlo en 2017. Me parece pues obligado felicitar la Navidad y el Año Nuevo a los lectores de este blog. Y particularmente a las 'lectrices', que son la mitad del cielo. Y quiero hacerlo con música, con algunas de esas canciones que me gustan siempre, a cualquier hora. Aquí os dejo siete. Tratádmelas bien. Salud y Feliz Año. Que las musas nos acompañen y la belleza nos sorprenda cada día.

Madeleine Peyroux - Dance Me To The End Of Love Los Angeles Video Clip Hv.f4v - YouTube
Billie Holiday - I'm a Fool to Want You (subtítulos en español) - YouTube
Diana Krall - Fly me to the moon - YouTube
Luz Casal - Lo eres todo para mí. - YouTube
Iva Zanicchi - TESTARDA IO (Live 1975) - YouTube
Simple Song #3 ● Youth ● Paolo Sorrentino - YouTube
Silvia Pérez Cruz-Cucurrucucú paloma - YouTube


viernes, 16 de diciembre de 2016

la niebla es cine

     Al final de La llegada -Arrival- la protagonista dice: "Si pudieras ver tu vida de principio a fin, ¿cambiarías algo?" Esa es una pregunta que todos nos hacemos alguna vez, y de hecho aparece a menudo en las entrevistas a los famosos. La respuesta suele ser: 'No, creo que no cambiaría nada.' A mí me pasa todo lo contrario: si pudiera empezar de nuevo, cambiaría no pocas de las cosas vividas, elegidas o aceptadas sin más. ¿Estamos conformes con el año en que nacimos, con la familia, el país, la ciudad, los estudios, la profesión, el trabajo, los amores? Aunque si nos ponemos exigentes quizá habría que darle la vuelta y responder a esta otra pregunta: ¿de todo lo vivido hasta ahora, con qué te quedarías? Si bien, hay que advertir que ese ejercicio tiene sus riesgos, pues la respuesta puede llevar a la melancolía, o directamente a la depresión. También puede ser que estemos tan encantados de habernos conocido que nos lancemos besos al pasar delante del espejo. Hay gente para todo. Aunque existe una zona intermedia, una entente más o menos cordial, que es el terreno del pacto, del tratado de no (más) agresión: consiste en reconocer la derrota, sí, las pérdidas irreparables, pero admitiendo la existencia de tesoros y prodigios que indultan una vida irregular o no todo lo brillante que nos hubiera gustado. Woody Allen lo ejemplifica muy bien en la famosa escena de Manhattan, cuando, tumbado en el sofá, va diciendo algunas cosas por las que merece la pena vivir: Groucho Marx, el 2º movimiento de la sinfonía 'Júpiter', esas peras y manzanas de Cézanne... y, sobre todo, el rostro de Tracy. Y ahí entramos en un terreno muy favorable: si existe Tracy, todo lo demás pasa a segundo plano. Es entonces cuando uno especula con lo fácil que hubiera sido no conocerla, no haber estado allí en aquel preciso instante aquella noche, o haber cambiado de planes en el último momento, o recibido una llamada, o cualquier otro azar. Siempre recuerdo aquello del maestro Enrique Morente: "estamos vivos de milagro." Bueno, pues para cualquiera de nosotros conocer a Tracy también fue un milagro; había una posibilidad entre un millón. Lo sé, las preguntas inquietantes siguen ahí, pero, a falta de respuestas satisfactorias, mirar a Tracy hace que el mundo se ilumine. Hay cosas que siempre vuelven a casa por Navidad, como algunas canciones recurrentes de Tony Bennett, de Madeleine Peyroux, de Melody Gardot, o esta de Abbey Lincoln que está sonando ahora. Pero también vuelven las preguntas sin respuesta, o 'la pura pena de no saber por qué'. Para eso no conozco otra solución que hacerle un gesto a Tracy, abrigarse bien y salir juntos a pasear por la ciudad bajo la niebla. Ahí empieza siempre otra película.

Abbey Lincoln ... Throw It Away [ Abbey Sings Abbey 2007] - YouTube

viernes, 9 de diciembre de 2016

good bye Lenin

     El anuncio de la Lotería de Navidad de este año utiliza el recurso de la mentira piadosa. Es algo muy antiguo que consiste en ocultar una realidad haciendo pasar por verdadero lo que es pura invención. Con ello se pretende, supuestamente, evitar un dolor innecesario. En la vida cotidiana hacemos uso de esa táctica a menudo: suavizamos la dura realidad, maquillamos la crudeza de un mal resultado, dejamos para otro día el dar una noticia que va a causar dolor, preocupación. Aunque no siempre está clara la línea divisoria entre la mentira piadosa y la interesada, la que nos conviene; si bien, no faltará quien arguya que la caridad empieza por uno mismo. No seré yo quien se oponga ferozmente a ese argumento. En la película alemana Good Bye Lenin veíamos cómo un buen hijo se las arreglaba para que su madre, proletaria insobornable, no descubriera lo sucedido en su amado país, la RDA, tras haber permanecido largo tiempo en coma. Viendo esta película, ¿quién no se pone de parte de ese animoso joven con buen corazón? Yo tengo que admitir que a veces, cuando la fealdad del ambiente se vuelve irrespirable, echo de menos poder contar con alguien, con un equipo bien organizado, capaz de hacerme creer por unas horas, unos días, que la realidad es otra bien distinta. Ese recurso sería como una variante de los tratamientos paliativos, de la acupuntura, el shiatsu, la talasoterapia, la marihuana terapéutica, el masaje balinés, etc. De tal modo que al despertarme por la mañana oiría en la radio que el recuento manual de votos en los estados de Wisconsin, Pensilvania y Michigan estaría a punto de dar un vuelco electoral de consecuencias imprevisibles; asimismo, según los observatorios de opinión más acreditados, todo parecería indicar que los traficantes de odio -fanatismo, racismo, homofobia, xenofobia, misoginia- se encuentran en franca retirada de las redes sociales; en otro orden de cosas, las energías renovables y la lucha contra el cambio climático estarían a punto de ganar una batalla decisiva; por si algo faltara, el Gobierno podría anunciar muy pronto que levanta el castigo al cine y a la cultura en general, rebajando el IVA cultural (21%) al nivel de Francia (5,5%). Todo iría de maravilla hasta llegar al final del informativo, casi una hora después, cuando, en el resumen de prensa, se recogería el titular de La Vanguardia: "El barcelonismo se rinde ante el fútbol deslumbrante del Madrid." ¡En La Vanguardia?, me interrogaría a mí mismo, estupefacto. Sólo entonces caería en la cuenta: una de dos, o era 28 de diciembre o alguien me estaba haciendo Good Bye Lenin. Con las señales horarias de las 8.00, el sueño habría terminado. Fue hermoso mientras duró.

viernes, 2 de diciembre de 2016

el misterio del guante rojo

     En el capítulo anterior alguien me había enviado por whatsapp la foto de un guante rojo de mujer abandonado a la entrada del metro. Hechas la averiguaciones pertinentes, sabemos que dicha foto fue tomada el martes 16 de noviembre a hora temprana en la entrada de la estación de metro de Chueca, en Madrid. Teniendo en cuenta que el metro abre sus puertas a las 6.00 h, la pérdida de ese guante hubo de producirse ese mismo día entre las 6 y las 7.45 de la mañana, y por tanto entre el final de la noche y la amanecida. ¿Y quién anda a esas horas por esas calles? Gente borrosa y apresurada que mira al suelo camino del trabajo. También están los que salen del turno de noche -seguratas, camareros, reponedores, policías-, cansados pero ya sin prisa, deseosos quizá de tomar un buen café caliente y un croisant en algún bar madrugador. Aunque también hay que tener en cuenta que esa hora indecisa coincide con el cierre y salida de los cuartos oscuros, de los clubes más o menos secretos, y hay ángeles aún no desvanecidos que fulguran, anfibias criaturas de carne y sueño, de sonrisa dulce y azulados párpados que van de retirada en busca de un resquicio por el que desaparecer. Pero antes de desvanecerse como hilo de humo, esas hadas de larguísimas piernas caminan por las calles mojadas con sus andares musicales tocados por la gracia. Qué misteriosas criaturas, transgénicas orquídeas, lujo efímero que excede a la noche. Yo las veía fugazmente algunas veces, cuando trabajaba por allí, en Fuencarral, junto a la Gran Vía. Son seres como de otro mundo, más allá de Orión. Hay que admitirlo: cuántas cosas suceden para nadie, cuántos prodigios desapercibidos en el ámbar de un semáforo, minutos antes del amanecer. Entre dos parpadeos aparece y desaparece un ángel. Visto y no visto. Pero una mirada suya, lo sé, tiene algo que intimida, como un fulgor frío que hiere, que te hace bajar la vista al cruzarse contigo en la calle. Y es ahí, en ese incierto espacio, donde pudo tener lugar el misterio del guante rojo, quizá arrojado con desdén a la boca del metro, o quizá regalado con dulzura a un mendigo, a un borracho... que ya no estaba allí.