viernes, 17 de julio de 2015

hasta la vista

     La verdad es que no se está mal del todo aquí, en estas tardes tórridas de cafés con hielo, persianas bajadas, cerrada penumbra y ventilador en marcha. En estos días de estío todo discurre de otro modo, tiene su propio ritmo, su música, su tono, su pereza. También se habla más bajo y más despacio por teléfono. Eso sí: el congelador trabaja a pleno rendimiento y la ducha en sombra nos acoge varias veces al día como un lugar de encuentros y de fantasías frescas. ¡Qué sería de nosotros, los veraneantes solitarios, sin esa bendita promiscuidad de duchas frías! En tardes como esta, siempre hay sobre la mesa artículos atrasados, reseñas de libros o de exposiciones, cosas dispersas a medio leer. Y qué diferente, de qué otra manera suenan en julio, a media tarde, los discos de Bill Evans -como este I will say good bye que está sonando ahora- cuando nadie te espera ni esperas nada novedoso en lo que resta del día. El hecho de tener varias horas por delante sin obstáculos genera un hábitat distinto y nuevo, una disposición de ánimo que consiente de buen grado las reflexiones amplias y la sintaxis de Ferlosio; también los hexámetros de Horacio y las películas clásicas de larga duración. Quiero decir que si durante cinco o séis horas estás desconectado o fuera de cobertura (y sabes que vas a estarlo), puedes crear o disponer de grandes espacios exentos, cien páginas ininterrumpidas de novela, largometrajes suntuosos, inabarcables ensoñaciones. Y cuando la tarde languidece y renacen las sombras, procede un gintonic bien servido en copa de balón con muchísimo hielo. Lo que son las cosas: tengo el pálpito de que con uno de esos tragos fríos voy a escribir cualquier tarde de estas un micrrorelato o un endecasílabo de tal belleza y hondura que, para la primavera de 2016 -coincidiendo con las primeras lluvias sobre las casetas de la Feria del Libro en El Retiro-, Luis García Montero llevará mi nombre al Consejo de Ministros (del Gobierno Tripartito) para el cargo de Director General de Poesía Contemporánea. Pero, tranquilos, chicos, que en el Consejo Asesor de mi Dirección estarán, entre otros, Luis Ángel Lobato, Carlos Medrano, Acuyo Donaire, Blanca Andreu (si es que acepta), Esperanza Ortega (que estará, aunque no acepte), Eduardo Fraile, Julia Otxoa, Rabanal, López Andrada, Marion Cotillard... En fin, un Consejo como Dios manda. Pero no adelantemos acontecimientos: estamos a mediados de este sofocante mes de julio de 2015. El próximo viernes, 24, no estaré yo aquí, a pie de blog, para publicar nada ni responder a nadie. Eso sí, la casa queda en orden y mi hijo el mayor contesta las llamadas y se ocupa de las plantas. Hablamos a la vuelta, queridos. Hasta la vista.

viernes, 10 de julio de 2015

entre las fumarolas del sueño

     Cuántas veces sucede que las cosas nos llegan por puro azar en el momento oportuno. Libros, películas, canciones o personas que aparecen cuando todo el trabajo previo estaba recién hecho para que algo, alguien, apareciera por sorpresa y ocupara ese espacio intacto. Creo haber traído aquí alguna vez la frase que le oí a una amiga: "como decimos en Cuba, todo lo que pasa es porque tiene que pasar." Discutible, sí, pero es cierto que en ocasiones sucede o aparece exactamente aquello que debería aparecer. ¿Tendrá ello algo alguna relación con ese aforismo zen según el cual 'el maestro surge cuando está maduro el alumno'? Claro que también hay quien le da la vuelta al argumento y asegura que es el alumno quien aparece cuando está maduro el maestro. Sea como fuere, hay sucesos y mañanas de abril con lluvia repentina que llegan cuando todo estaba listo para que eso sucediera. También hay viejos discos necesarios que reaparecen alguna tarde de julio en la penumbra quieta de la casa, cuando afuera los termómetros se acercan temerariamente a los 40º, y esas reapariciones evitan cometer algún crimen pasional o marcar teléfonos indebidos. Un lied de Schubert a su debido tiempo, o un soneto de Rilke por sorpresa, pueden evitar males mayores que estaban por suceder. Una noche de verano sin sueño puede llevarnos a la amanecida más hermosa del mundo. O casi. Es entonces cuando se acuerda uno de aquel verso tan limpio que todos leímos hace muchos años: "llegas como el rocío a las corolas." Una secuencia de Encadenados, o de Verano del 42, un disco de Coltrane, una sonrisa de Silvia Pérez Cruz en youtube, justo antes de empezar a cantar Paraules d'amor... Todo eso, si llega a su debido tiempo, puede ser tan oportuno como una farmacia de guardia o como una botella de whisky alguna mala noche. ¿Por qué cuento todo esto?  Pues muy sencillo. Yo suelo tener el tema de este blog desde casi el día siguiente de publicar el post anterior. Hoy, cuando esto escribo, es miércoles 8 de julio, y hasta hace un rato no tenía la menor idea acerca de qué demonios iba a escribir aquí. Ese es un viejo temor que todos los creativos de publicidad conocen bien: '¿y si no se me ocurre nada... presentable?' Hay quien lleva esa desconfianza hasta la paranoia, lo sé, aunque, por fortuna, ese no ha sido nunca mi caso. Pero es verdad que cuando pasan los días y no tengo tema... pues como que me incomodo, incluso me mosqueo conmigo mismo. Y así estaban las cosas hasta las cuatro y cinco de la tarde, hace una hora, más o menos. Me había quedado dormido con la radio encendida. De pronto, entre las fumarolas del sueño, me parece oír las notas de una guitarra que me suenan conocidas. A continuación, una voz familiar dice: "Túuu no puedes volver atrás / porque la vida ya te empuja / como un aullido interminable / interminable." Medio sonreí, pero sin abrir aún los ojos, quizá por precaución, para evitar que algo sucediera. Palabra tras palabra, fui acompañando mentalmente a Paco Ibáñez. Luego surgió la voz de Carles Francino, pero para entonces yo ya sabía cuál iba a ser el tema de este post: las cosas que llegan... cuando tienen que llegar.



viernes, 3 de julio de 2015

pero si un mirar me hiere al pasar

      Al leer ese título prestado, quizá no todos hayan advertido su procedencia, aunque si lo ponemos en su contexto, raro será que alguien no lo tararee: "Cuántos desengaños, por una cabeza, / yo juré mil veces no vuelvo a insistir, / pero si un mirar me hiere al pasar..." Sí, pertenece a ese tango eterno de Gardel, cuya letra, como tantas otras, escribió Alfredo Le Pera (ambos murieron en el mismo accidente aéreo, en Medellín, aquel 24 de junio, hace ahora 80 años), uno de los mejores letristas de siempre. Qué difícil ese oficio, y cuántos grandes poetas han fracasado en el intento. El propio Le Pera tiene poemas que no llegan ni de lejos, creo yo, a las letras de sus tangos. Es el mismo que escribió aquel verso inmenso, quizá el más evocador que yo conozca: "Era, para mí, la vida entera." Aunque también escribió mentiras insuperables como "que veinte años no es nada". O aquella estrofa, que ya hubiera querido para sí Petrarca: "El día que me quieras / la rosa que engalana / se vestirá de fiesta / con su mejor color. / Y al viento las campanas / dirán que ya eres mía / y locas las fontanas / se contarán su amor." Quizá este post debería acabar aquí, ¿pero cómo dejar fuera aquel verso de Armando Manzanero, cuando, tras ver llover toda una tarde en ausencia de la amada, afirma o grita: "¡al mar oí cantar!" Qué no hubiera dado Rubén Darío por esas cinco sílabas con esa tilde en medio. Hay que reconocer que cuando un letrista acierta de pleno... es la envidia de todos los poetas. Y qué añadir a aquel verso de una rara canción, cuando después de habérselo perdonado todo a esa mujer, exclama: "¡Lo que no te perdono / es haberme besado con tanta alevosía!" Ya sé que dicho así, parece rencoroso, pero a continuación remata, a propósito de ese beso imperdonable: "Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío, / y eso sí que no te lo perdono, / pues, si te lo perdono, / seguro que lo olvido." Quizá ese beso alevoso del que se queja Silvio Rodríguez fue "un beso de esos que valen por toda la química de la farmacia" (escribe Javier Laguna, canta Zenet).Y ya puestos, qué decir de José Alfredo Jiménez cuando: "yo me volví a meter entre tus brazos, / tú me querías decir no sé qué cosas, / pero callé tu boca con mis besos / y así pasaron muchas / muchas horas." Y en esas horas de José Alfredo cabe la noche entera con todas las estrellas, la risa loca, el vértigo, el desconsuelo que vendrá después. Nuestro Rafael de León constituye por sí solo un cancionero completo que va de la copla al kitsch, pero también: "...y yo estoy muerto /como una triste rosa seca en la basura, /como una jarra de agua de taberna /que a nadie apeteciera su frescura." Habría que volver al verso de Le Pera que dejé en suspenso: "pero si un mirar me hiere al pasar..." Letraheridos estamos.