El capo de una red de corrupción masiva. El tesorero
multimillonario y evasor profesional de un partido político vinculado a la
trama. Una ministra que no se enteraba de que algunos de sus viajes privados -Suiza, Laponia, EuroDisney-, así como
fiestas de cumpleaños o facturas de primeras comuniones corrían por cuenta de
alguien que no era ella ni su marido. O ex marido. Un presidente de diputación, encausado por prevaricador, al que le tocaba el gordo de la lotería una y otra vez. Un miembro
de la Primera Familia del país que se había forrado con sus manejos de una
fundación ‘sin ánimo de lucro’. Un presidente de la patronal que acabaría en
chirona por tremendo chorizo. Un largo listado de banqueros (o cosa semejante) que
habían amasado fortunas fabulosas gracias a su capacidad para llevar a la ruina
a las entidades que dirigían y hundir en la miseria a miles y miles de pequeños
ahorradores. Un precioso Jaguar que de pronto aparece aparcado en el garaje del
chalet de la despistada ministra, sin que ella se sorprenda ni pregunte el
porqué de tal aparición. Un consejero de Sanidad que defiende con fervor que se cambie la ley para permitir el consumo de tabaco en los casinos que un
magnate del juego (y todo lo que ello conlleva: mafias, droga, prostitución) va
a poner en marcha en la corte de los milagros... Y esto no es más que una
pequeña muestra. Si a ello le ponemos la música de la inolvidable serie Enredo, ya tenemos todos los capítulos
de la primera temporada listos para ser grabados y emitidos en prime time. ¿Qué
sorpresas nos depararán los nuevos episodios que los guionistas están
preparando para la siguiente temporada? ¿Quién entrará en la cárcel y quién
saldrá bajo fianza millonaria o indultado por quien puede hacerlo? ¿Se sentará
finalmente en el Consejo de Ministros el representante de los obispos, sin
derecho a voto pero con derecho a veto? ¿Qué oscuro fondo de inversiones se
quedará definitivamente con la joya de la corona: la Sanidad Pública
Privatizada? ¿Se condecorará en solemne acto privado a quienes generosamente se
hayan acogido a la amnistía fiscal? ¿Qué grupo de presión se llevará el gato al
agua y logrará que los programas El
Intermedio y/o Salvados sean
retirados de la parrilla televisiva? Veremos. Hoy, todo es posible en España.
viernes, 31 de mayo de 2013
viernes, 24 de mayo de 2013
gatsby
viernes, 17 de mayo de 2013
no digas 'eufemismos', di 'formulaciones alternativas'
Hace dos meses publiqué aquí un post que aludía al intento de suplantar la
realidad mediante el lenguaje por otra más amable y conveniente a los intereses
de los suplantadores. Su título: hablar para ocultar. Es un tema que me apasiona: ¿Se puede crear realidad a través de las palabras?
¿Se puede generar una especie de realidad transgénica mediante la
manipulación del lenguaje? Desde luego,
una apariencia de realidad sí que puede conseguirse, al menos por un tiempo.
La mecánica es compleja pero sencilla: primero se crea un embrión de neolengua
(véase Orwell) a base de eufemismos que
suavicen y embellezcan la cruda realidad; acto seguido, mediante el servicio de
transferencias de residuos sólidos, se retira de la circulación los términos
originales caídos en desgracia; a partir de ahí da comienzo una fase de
implantación extensiva de la nueva realidad triunfante. En efecto, avisado
lector, estoy haciendo una parodia, pero partiendo de algo que ya forma parte del paisaje.
Siguiendo esa línea, me pregunto si existirá realmente un laboratorio de eufemismos –¿dónde, en qué centro de poder, en qué planta noble o sótano sombrío?– que
esté ahora mismo elaborando conceptos y denominaciones de nuevo cuño, un departamento constituido por acreditados lingüistas, sociolingüistas, lexicógrafos, creativos
publicitarios, ilusionistas expertos en hacer aparecer y desaparecer objetos y
palabras de curso legal... No tengo pruebas de que exista físicamente ese
laboratorio de ideas o boutique creativa (llámese think tank si se quiere), pero intuyo que, de un modo u otro, tiene
que existir. De lo contrario, ¿quién iba a crear hallazgos tan irreprochables
como ‘cambio de ponderación’ para nombrar lo que es una pura subida de
impuestos, o llamar ‘movilidad exterior’ a la penosa fuga de cerebros, o
‘desindexación’ a la pérdida de poder adquisitivo o empobrecimiento? No digamos
ya nada del virtuosismo semántico que algunos han exhibido para escamotear
‘amnistía fiscal’. Lo de ‘crecimiento negativo’ para no decir recesión ya queda tan antiguo como el cine
mudo frente al 3D. Ahora estamos en una fase mucho más sofisticada y
ultraliberal: se trata de convencer al votante televidente de lo que podríamos
llamar ‘la evidencia del oxímoron’ –ya
se sabe: ‘hielo abrasador’, ‘amoroso tormento’, ‘caída hacia lo alto’–, el cual
no deja de ser, dentro de esta lógica perversa y sumamente creativa, una forma de pleonasmo: ‘las
mata bien muertas’, por ejemplo. Llegados a este punto, debo admitir que soy o
he sido durante treinta años creativo de publicidad, copy, para más señas, que en mi currículo aparece un poema titulado
me anuncio por palabras, y que me
ofrezco a ese Laboratorio de Eufemismos (perdón: de Formulaciones Alternativas)
para aportar mi grafito de avena. Y hablando de juegos y equívocos: había una
postal muy chula en Chueca hace unos pocos años –coincidiendo quizá con el 30º
aniversario de la Constitución– en la que aparecía un bello travelo putón, con
su hermosa melena pelirroja, la boca entreabierta y bien dibujada, una pose de
lo más sugerente y una pistola en la
liga. Ella, en la postal, solo
pronunciaba una palabra: “Constitúyeme”. Yo estoy dispuesto a constituirme o
dejarme constituir, no por un plato de lentejas transgénicas, eso no, pero sí por una bandeja de
cigalas clase extra, un reserva de 100 euros (qué menos), un viaje a Orlando para
toda la familia y una Seguridad Social garantizada de por vida para mí y para
mis nietos. Con eso me conformo. Y a ese precio vendo mi alma al diablo y mi
cuerpo a la ciencia. Se admiten ofertas.
Para los eruditos que buscan
siempre bibliografía, aporto aquí un enlace no del todo
innecesario. http://elpais.com/elpais/2012/04/26/opinion/1335442116_849344.html
viernes, 10 de mayo de 2013
¿desfachatez o alevosía*?
Creo que nos pasa a todos: a veces parece que alguien nos
leyera el pensamiento y lo pusiera por escrito, como para decirnos ‘no te creas
tan original; lo mismo que piensas tú acerca de ese asunto también lo hemos
pensado otros’. Digo esto porque el domingo pasado leí un artículo de Maruja
Torres: Publicidad con alevosía. Copio
algunas frases: “Tomemos, por ejemplo, el caso de la publicidad de los bancos.”
(...) “Los bancos deberían saber que cualquier publicidad que emanen es contraproducente,
sobre todo los que han recibido dinero público.” (...) “No es de extrañar que
cuando aparece en los cines el anuncio de Bankia de empezar por los
principios...” [se produzca en la sala] “un abucheo sin precedentes. Yo ya lo
hago solita, pero con todas mis fuerzas -confiesa MT-, cuando lo escucho por la radio.” A mí
me ocurre otro tanto. Y además todas las mañanas. Dicha cuña de radio a veces
entra casi inmediatamente después de alguna noticia relacionada o muy próxima a
ese banco que ahora se pone estupendo, desvergonzadamente estupendo. Viene a
decir algo así como: ‘vale, bien, es cierto que hemos sido un poco malos,
je-jé, pero ahora vamos a ser muuuuuuy buenos, OK? Así que, lo pasado pasado, y
pelillos a la mar’. Cada vez que lo escucho no puedo evitar el imaginarme a ese
copy del departamento creativo que le ha tocado escribir la cuña diciéndose a
sí mismo: ‘vaya papelón que voy a tener que hacer’. Y qué decir del
cachondeo perfectamente imaginable en el estudio de grabación, donde, entre
toma y toma, los sarcasmos habrán circulado del técnico de sonido al locutor, y
de este al ejecutivo de la cuenta, del ejecutivo al creativo... y así
sucesivamente. Desde luego, hace falta valor, y una desfachatez a toda
prueba, para programar la inserción de esa cuña de radio (y de otras igualmente
provocativas, dadas las circunstancias) en los espacios publicitarios de un
informativo. Yo no quiero ser malpensado, y no lo soy, pero el ‘recochineo’
–en expresión de Maruja Torres– que se
desprende de las campañas de algunos bancos y de algún gobierno... parece que
respondiera a una provocación perfectamente programada. Es como si con ello se
buscara que algún damnificado perdiera los nervios (que sería lo único que le
quedara por perder) y tuviese una reacción violenta, irracional, del todo
reprobable; y convertir así, con la ayuda de los muchos medios y del ‘equipo
médico habitual’, a las víctimas en verdugos, y viceversa. Pero no, no puede
ser. Las cosas no siempre son lo que parecen. Estoy casi seguro de que esas
campañas responden a criterios y buscan objetivos mucho más previsibles y vulgares: lavar la cara, hacer (o simular) un pequeño descargo de conciencia, engatusar
de nuevo, recuperar en lo posible su cartera de clientes... Después de todo, no son más que eso:
carteristas. Conspiraciones y fantasías diabólicas escapan a su idiosincrasia.
Al menos eso es lo que yo creo. O quiero
creer.
(*) alevosía: 1. f . Cautela para asegurar la comisión de un
delito contra las personas, sin riesgo para el delincuente. Es circunstancia
agravante de la responsabilidad criminal.
(DRAE)
lunes, 6 de mayo de 2013
sono tutto quello che vedo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)