viernes, 27 de mayo de 2016

días bajo sospecha

     De cuando en cuando surge un día que no se corresponde con el mes en curso ni con el orden meteorológico. Son esos días no adscritos que desbaratan la secuencia temporal y salen por peteneras desde primera hora de la mañana, desorientando así a la naturaleza y a los maniquíes de los escaparates. Días ininteligibles, de origen incierto, ajenos a la actualidad en la que se inscriben. Sale uno a la calle y de inmediato percibe algo raro en el aire, en la luz. Pudiera tratarse de un jueves de hace seis meses, o años, que se hubiese traspapelado y ahora reapareciera a contratiempo; pero también pudiera darse el caso de un lunes exento, extraído de un puente que tardará años en llegar. En esos días caben sucesos del todo improcedentes, telediarios que interrumpen las conversaciones dejándonos mudos, pero también actos de insospechada justicia poética: un testigo clave que sale del coma contra todo pronóstico y decide tirar de la manta; pruebas desenterradas por la lluvia que reabren casos de crímenes que quedaron impunes; un amor que regresa después de tantos años de haberlo dado por desaparecido... Todo ello está en las expectativas de esos días desubicados o anacrónicos que no encuentran acomodo. Hay un libro de relatos muy hermoso de la angloamericana de origen bengalí Jhumpa Lahiri: Tierra desacostumbrada. Una cita de Nathaniel Hawthorne abre el libro y da lugar al título: "...echarán raíces en tierra desacostumbrada." Pues de igual modo que los personajes de Lahiri salen adelante en un país lejano, en una cultura que no es la suya, así también en esos días extraños, sospechosos, siguen abriendo los comercios, funcionan los cajeros, se sirven desayunos en los bares con rutinaria normalidad. Aparentemente, todo sigue igual: las panaderías abren a la misma hora; los trenes del metro mantienen su frecuencia; el recreo de los colegios respeta su horario habitual; el menú del día no ha variado de precio. Todo igual en apariencia, sí, pero percibimos que algo no termina de encajar en la trama del relato: es como si el día estuviera siendo suplantado por otro. El cielo nublado de hoy facilita el cambiazo: alguien se ha sacado de la manga el naipe con el que hacerle trampas al calendario. Días así son idóneos para intentar que en ellos se desarrolle una ficción, pero no cualquier ficción sino una que no parezca tal, y ante la que todos den por hecho que se trata de un suceso real como la vida misma, de una página arrancada al periódico. Aunque ello me suscita una cierta inquietud, no vaya a ser que la memoria del tiempo, por así decirlo, se quede con la ficción y, pasados unos meses, o unos años -en uno de esos días-, el relato se cumpla fatalmente en la realidad, y, al cabo de una semana, la policía esté llamando a mi puerta para hacerme unas preguntas... rutinarias.


viernes, 20 de mayo de 2016

un ramo de flores

     Ese era el post que yo quería escribir hoy, el de este ramo de flores diversas que desde hace días inunda el salón de una fragancia casi estupefaciente que se extiende por el pasillo y las habitaciones como la luz del mediodía o como la música que se propaga y ocupa el aire por entero. Un ramo abundante y expansivo, casi enorme, que parece representar la proclamación de la primavera, la exuberancia, el esplendor. En fin, que este post lo reunía todo para ser el más poético de cuantos he escrito. Pero corren malos tiempos para la lírica -casi nunca han sido buenos- y la actualidad irrumpe como cosechadora en floristería. Ello me obliga a posponer el regodeo en las fragancias, la mirada extasiada, el canto a la belleza efímera y a los placeres sensoriales que tenía previsto explayar aquí para celebrar la loca primavera de lluvias y destellos, de insurgencias. Dicho lo cual, tampoco negaré que en lo que voy a contar ahora hay algo de vanidoso sentido de la anticipación. Veamos. Como mirón que soy, observo y tomo nota de cuanto sucede a mi alrededor; analizo las tendencias y las estrategias coincidentes de los medios; pongo en relación causas y efectos; evalúo los resultados; trato de extraer conclusiones. ¿Y bien? Muy sencillo: pronostico que en breve será recurrente en los mítines más animosos, y también en el silencio de muchos, el popular desahogo 'ladran, luego cabalgamos', al que algunos añadirán la coletilla 'amigo Sancho', y casi todos atribuirán a Cervantes. Y ahí estará el error: en ningún lugar del Quijote aparece, tal cual, ese 'ladran, luego cabalgamos'. Pero curioseando por ahí, entre cabalgadas y ladradurías, el azar ha querido que me diera de bruces con estos versos de Goethe: "Cabalgamos por el mundo /en busca de fortuna y de placeres /mas siempre atrás nos ladran,/ladran con fuerza.../Quisieran los perros del potrero /por siempre acompañarnos/ pero sus estridentes ladridos/ solo son señal de que cabalgamos." Curioso, ¿no? De modo que -como le ocurría a aquel personaje que hablaba en prosa sin saberlo- en las barras de los bares de España va a haber no poca clientela citando sin saberlo nada menos que a Goethe, en versión libre, eso sí. La creatividad tiene estas cosas: aquí somos capaces de refutar a Wittgenstein entre caña y caña sin el menor esfuerzo. Sin embargo, un ramo de flores como el que tengo delante es de los reservados a las grandes divas en las noches de gloria. Se lo regalaron sus alumnos a mi mujer -que es una estrella en lo suyo, dicho sea de paso- tras la fiesta de graduación, aunque soy yo quien más lo disfruta y aspira. Me siento, sí, como el marido o el amante de Ainhoa Arteta, Cate Blanchett, Anne Sophie Mutter... ¿Qué pensaría Goethe de todo esto?

viernes, 13 de mayo de 2016

lo que no está escrito

     No sé si es pereza o sentido de la economía y el ahorro, pero cada vez que me surge una idea para desarrollar en una posible narración, se me vienen a la memoria las palabras de Borges: "Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos." Y concluye: "Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario." Si damos por buena esta sabia lección, no tiene mucho sentido escribir algo que vaya más allá de las veinte o treinta líneas, cincuenta ya me parecen una demasía. Quizá tenga relación con ello el hecho de que de un tiempo a esta parte rara vez leo obras que exijan más de una o dos tardes de lectura. Volviendo a la cita de Borges, tengo por ahí algunos posibles relatos comprimidos en unas pocas líneas. Uno de ellos desvelaría la existencia de una exclusiva agencia de modelos especializada en dobles de celebrities, una suerte de club donde se hacen realidad las fantasías de sus acaudalados socios. En él, las grandes estrellas de Hollywood, top models, etc, tienen su doble, al menos uno, para encuentros íntimos o fiestas privadas, siempre bajo la máxima discreción y con estrictas cláusulas de confidencialidad. La cosa se complica cuando son las propias estrellas quienes, sabedoras de la existencia del club, quieren entrar en el juego y hacerse pasar por sus dobles, a fin de disfrutar del  incomparable placer de la suplantación (suplantar al suplantador en este caso). Aunque a menudo son las celebrities quienes acaban imitando a sus dobles, a fin de parecerse más a sí mismas. Sin embargo -paradojas del destino- en no pocas ocasiones la auténtica estrella es considerada por su cliente como una dudosa imitación. Lo cual viene a confirmar algo ya sabido: que hay imitaciones que superan al original. De hecho, hoy resulta de lo más cool lucir una genuina falsificación de Prada o de Cartier. Un hábil realizador publicitario puede hacer un falso anuncio de Scorsese o Tarantino y el resultado sería incluso mejor o más reconocible que si lo hubieran rodado los propios cineastas. Pues bien, en ese relato que no he escrito, las copias de Charlize, de Keira, de Irina,de Clive Owen, de Vincent Cassel, etc, superan a los originales. Asimismo puede concluirse que unas pocas líneas, a manera de resumen, siempre serán más eficaces y sugerentes que las cincuenta o más páginas que, con buen sentido, renuncio a escribir.

viernes, 6 de mayo de 2016

lo hago por vicio

     Cuando yo era creativo de publicidad sentía una secreta excitación ante desafíos en los que había que intentar la cuadratura del círculo y sorprender a todos sacando un conejo de la chistera, aunque, como es sabido, la auténtica sorpresa está en sacar una chistera del conejo. Pues bien, mira por dónde, ahora me veo en la situación de tener que inventarme un post en el que justificar algo difícilmente justificable. A saber: la pérdida de la virginidad, o sea de la blancura, del espacio incontaminado y libre de toda sospecha comercial que hasta hace nada ha lucido este blog desde el día de su aparición, en enero de 2013. Y sin embargo, ahora, 160 entradas después, ya lo estáis viendo: he pasado de hacerlo por placer a hacerlo también por dinero. Aunque, dadas las tarifas publicitarias, difícilmente pasaré de 0'001 € por cada nueva visita. Pero eso es lo de menos, lo que cuenta es que me he vendido al Capital, a los anunciantes. ¿Por qué lo has hecho, corazón mercenario? La respuesta es muy sencilla. Lo hago por saber qué se siente al ejercer el oficio más antiguo del mundo. Lo hago por tirarme al barro, y que mi alma bloguera pueda decir, como sor Juana Inés de la Cruz, aquello de Yo, la peor de todas. En otras palabras: lo hago por vicio. Así pues, entregado sin recato a la mercadotecnia, hablemos de pasta, de 'monetarización', a ver si nos entendemos, y de paso nos forramos. ¿De cuántos clics dispones tú, lector, lectriz? Multiplícalos por diez o veinte amistades a las que sugerir un mero cliqueo en el anuncio que a nada compromete. Luego sumamos y restamos, dividimos entre los que somos, calculamos gastos e ingresos, echamos cuentas, y con lo que quede, si es que algo queda, la próxima vez que nos veamos nos tomamos un vermú y unas aceitunas. La operación es de alto riesgo, lo sé, pero ¿quién dijo miedo? Vivimos tiempos de emprendedores capaces de ingenierías financieras que cortan la respiración. La aventura, el riesgo, las emociones fuertes estimulan y rejuvenecen casi tanto como las fantasías más inconfesables y los amores clandestinos.Treinta segundos a 220 kms por hora es un puro vértigo sostenido que descarga tanta adrenalina en el cerebro como cuando suena la primera llamada de teléfono y una voz susurrante reclama tus servicios. O como cuando aparece el primer anuncio en tu blog y alguien hace clic en él. No sé, quizá debería anunciarme -anunciar a este mirón- en las páginas de Relax. Pero esa es otra historia. Hoy solo quiero dar la bienvenida a los anunciantes. Y a quienes hagáis un guiño en el anuncio, que Dios os lo pague, en sueños, con una buena novia o con un amante bandido.