viernes, 29 de marzo de 2013

Suelo escribir los posts de este blog  los viernes entre las once y las doce o la una del mediodía. Mañana estaré de viaje a esas horas, lejos del ordenador.Tenía previsto hablar de lo que está pasando, sucediendo... pero lo dejo para el martes que viene, 2 de abril. Ciao.



viernes, 22 de marzo de 2013

Peligra todo lo Público


Descrédito y deserción es el título del artículo publicado en El País Semanal del pasado domingo 17 por Javier Marías. En él reflexiona el autor sobre lo sucedido durante la última etapa en TVE. En síntesis: los informativos de la televisión pública regresan sin prisa pero sin pausa al ‘modelo Urdazi’, pasando previamente por la ‘fase Buruaga’, no sé si me explico. Marías constata que los telediarios de TVE “ocultan y escamotean o minimizan, de manera escandalosa, cuanto no conviene o agrada al Gobierno.” Doy por hecho que esto sigue siendo así, pero no me he molestado en verificarlo de manera continuada: hace algún tiempo que en mi casa dejamos de ver los telediarios de la Primera, salvo cuando ese mismo día o la víspera ha habido una manifestación masiva contraria a las políticas del Gobierno. Y es entonces cuando ponemos el Telediario de las 15 h. y hacemos pronósticos: “¿A que no aparece antes del minuto 35?” “¿A que no lo sacan en los titulares de cabecera?” Cuando llegamos al postre dominical, y la manifestación multitudinaria sigue sin aparecer, nos reímos de aquella manera y hacemos bromas acerca de lo atinado de nuestros pronósticos. Y cambiamos de canal, a ver si llegamos a tiempo para ver los goles de Cristiano. Es triste. Es indignante. Pero no sorprendente. Si cambiaron por decreto-ley la elección de la cúpula directiva de RTVE, fue precisamente para conseguir esto que ahora vemos, y no otra cosa. Es obvio que lo hicieron para tener la potestad de nombrar presidente a “uno de los nuestros”, y, claro está, poner de director de informativos a un hombre de-toda-confianza, procedente de nada menos que TeleMadrid. O sea, como premio por el éxito obtenido en TeleEspe –ruina moral y ruina económica: hace años que no la ve nadie–, te ascendemos a la dirección de informativos de TVE. En consecuencia, es de prever que el deterioro y la sangría de espectadores de la televisión de todos continúe imparable. Y así hasta que, siguiendo el modelo experimentado con éxito en TeleMadrid, tengan que decir –como sospecha Marías– que la televisión pública no es rentable ni viable, y no quede más remedio que ‘externalizarla’, dejándola en manos de algún grupo de ‘emprendedores’ de toda confianza, etc, etc. Bueno, en realidad, he de confesar que aquí, en esta casa, el único informativo que seguimos a diario y que goza de nuestra plena credibilidad es El Intermedio, el programa que dirige y presenta el Gran Wyoming. Su lema es: “Ya conocen las noticias; ahora, les contaremos la verdad.” Y así están las cosas, amiguitos del alma. 

viernes, 15 de marzo de 2013

hablar para ocultar


Ni siquiera es hablar por no callar. No, lo que hacen muchos de nuestros gobernantes es hablar para ocultar. Ese es el fin último de toda esa hojarasca que lanzan al aire a la menor ocasión. Algunos de ellos han depurado hasta extremos  de auténtico virtuosismo el arte de hablar sin decir nada. O decir lo contrario de lo que la realidad revela. Lo que oímos un telediario sí y otro también en boca de ministros y dirigentes diversos no son meros eufemismos, ni vaselina retórica, ni siquiera las recurrentes mentiras piadosas (tan necesarias a veces). Es algo mucho más ambicioso: el intento de negar la realidad y suplantarla por otra más amable y acorde con sus intereses. El arte de birlibirloque: nada por aquí, nada por allá, y de pronto... ¡zas!, la chistera ha desaparecido con el conejo dentro. Lo cual tiene su mérito, nadie lo discute. Por ejemplo, ¿cómo acabar con el drama insufrible de los desahucios? Muy sencillo: retirando de la circulación la palabra ‘desahucio’, como se ha hecho en Castilla-La Mancha. Es solo un ejemplo. Recientemente, en un reportaje publicado en El País, se asombraba Soledad Puértolas al ver cómo algunos niegan la evidencia “con una rotundidad que te quedas perpleja", dice, "porque quieren que no veamos lo que vemos.” Esa es la cuestión: que no veamos lo que vemos. Y que veamos lo que no hay. Siempre recuerdo lo que decía un compañero mío de trabajo, en una mezcla de cinismo y desfachatez: “A mi me pilla in fraganti mi mujer con otra en la cama... y le digo sin pestañear que está viendo visiones, que allí no hay nadie, que está tan obsesionada... que eso le hace ver lo que no pasa más que en su imaginación.” Y dicho esto, añadía: “¿Qué vas a hacer? ¡Pues negarlo! ¡No te queda otra!” La anécdota es bastante chusca, sí, pero ilustra a las mil maravillas ese afán de suplantar la realidad mediante la perversión del lenguaje. Y cuando esa práctica se generaliza y se repite una y mil veces por todos los medios (y son muchos los medios), nos encontramos ante una realidad paralela que  pretende hacerse pasar por la genuina realidad, y como nos descuidemos un poco, nos dan el cambiazo sin que nos demos cuenta. Aunque la inquietud (o algo más) que nos suscita esa suplantación... se desvanece por momentos ante hallazgos tan insuperables como el ya histórico: “La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización en diferido, en forma efectivamente de simulación...” El gran Mario Moreno, Cantinflas, no lo hubiera hecho mejor. 


viernes, 8 de marzo de 2013

ars amandi


De un tiempo a esta parte veo y oigo hablar de la princesa Corinna –Corinna zu Sayn Wittgenstein, nada menos–, a la que se alude con toda naturalidad como ‘la amiga íntima’ o, directamente, ‘la amante’ del rey. Y eso se da por hecho tanto en los medios  como en las barras de los bares, el autobús o la pescadería. La cosa es muy sencilla: el rey tiene o ha tenido una amante y se llama Corinna. Y ya está. Hay personas a las que eso les parece mal, o muy mal, incluso escandaloso. Pero también es cierto que a otra mucha gente, por lo que veo, no le parece ni bien ni mal: es así y punto. Yo no voy a hacer aquí valoraciones de índole moral ni me voy a meter en jardines, reales o no, pero sí una mínima reflexión sobre las relaciones personales. Por cierto, ¿habría la misma actitud si fuese la reina quien tuviera por ahí un príncipe Corinno? No lo sé. A lo que iba. Con la cantidad de problemas gravísimos que ha ocasionado y sigue haciéndolo el tema de la ‘infidelidad’, me pregunto por qué, cuando se han solucionado otras cuestiones no menores, seguimos sin resolver este viejo asunto. Dicho de otro modo, ¿por qué el sexo sigue estando ‘sacralizado’ y las relaciones sexuales son admitidas exclusivamente en el ámbito de la pareja? Fuera de él, cualquier relación amorosa o sexual es considerada, aun en el mejor de los casos, algo reprobable, o infame, cuando no motivo de ruptura inmediata, muchas veces con drama familiar incluido. ¿Tan desestabilizadora ha de ser cualquier relación de, digamos, ‘amistad amorosa’ que pueda convivir en armonía (o al menos sin conflicto) con la propia relación estable y madura de pareja? Yo dudo que eso tenga que ser así necesariamente. Si a los hombres y a las mujeres se nos permite tener amigos o amigas del alma fuera de la pareja, ¿por qué no se admite el amor o el sexo (ocasional o frecuente) con esos mismos amigos, amigas, cuando es un hecho sabido que muchas veces el sexo es una prolongación de la amistad? Es aquí donde entra el sempiterno tabú: la exclusividad; tu cuerpo me pertenece por entero a mí y solo a mí. Me pregunto que ocurriría si se ‘despenalizara’ socialmente la amistad amorosa paralela o complementaria. La caricatura nos llevaría, claro, al escenario del atracón, de la promiscuidad absoluta, de la orgía continua y el desmadre generalizado. Vale, bien, pero ya sabemos que eso no tiene mucho sentido, entre otras cosas porque la experiencia y el saber nos dicen que no hay fiesta que cien años dure ni cuerpo que lo resista. Vamos a situarnos por un momento en un supuesto indemostrable: ¿Y si resulta que la cosa funciona? ¿Si esa manera abierta de entender las relaciones personales trajera más beneficios que perjuicios? ¿Si al cabo de un tiempo de su puesta en práctica las estadísticas dijeran que el ‘nuevo escenario’ ha favorecido el entendimiento, la igualdad entre hombres y mujeres, la calidad de vida de los ciudadanos, incluso la estabilidad social y familiar? ¿Qué? ¿Qué pasa si la cosa funciona? Y ya puestos, ¿qué ocurriría si un programa informático súper megaavanzado demostrara de manera virtual pero categórica que la abolición de la EAO –Exclusividad  Amorosa Obligatoria– traería a las sociedades abolicionistas toda suerte de benéficas consecuencias? Pues qué iba a pasar, que Rouco Varela excomulgaría a todo aquel protervo que osara..., y el Gobierno negaría toda validez a las conclusiones del programa prospectivo, por más que estas vinieran avaladas por la comunidad científica y por millones de amantes. En fin. No sé si para entonces quedarán (quedarían) reyes o princesas en ejercicio, pero la revista ¡Hola! nos regalaría cada semana portadas y reportajes de alto valor humano, protagonizados por los grandes pioneros de sangre azul que lucharon denodadamente, aquí o en Botswana, o en el exilio dorado, para hacer posible el milagro de los leales y generosos amadores, con los que siempre estaremos en deuda. 

viernes, 1 de marzo de 2013

summer in Maine


“Siempre me han gustado los sombreros y las gafas de sol porque son artificios maravillosos de nuestro tiempo”, afirma el pintor neoyorquino Alex Katz, con motivo de su exposición Summer in Maine, que ahora puede verse en Madrid. “Como cada verano –nos cuenta Elsa Fernández Santos–, Katz se traslada a Maine para disfrutar con los suyos de los meses de calor, y pinta ese mundo de mujeres hermosas, amigos interesantes y tiempo eternamente ligero y suspendido.” Y en ese mundo perfecto permanece Alex Katz, junto a Ada, su bella mujer y modelo, pintando y disfrutando hasta noviembre, que es cuando empieza para él la temporada de invierno, y regresa a Nueva York. No me parece un mal proyecto de vida. No, no lo es en modo alguno. Creo que yo entiendo a este hombre. Y envidio esos largos veraneos en New England, esas amistades deliciosas, esas fiestas donde todos los invitados son encantadoramente BoBos (bourgeois-bohème). La obra de Katz recogida en esta exposición, y en todas las suyas, refleja un mundo amable y sin conflicto, una pura delicia de elegancias y ligerezas, un despreocupado buen vivir con mucho estilo. En la vida que reflejan esos cuadros amplios no existen las tensiones, la pasión, el dolor, los demonios del arte... Por el contrario, todo son amables variaciones sobre el mismo tema: un apacible life style de gente guapa en la educada y estilosa Costa Este. Por supuesto, gafas de sol, pañuelos de seda, sombreros, flores. Qué bello es vivir... así. En otros tiempos, Katz hubiera repartido su vida entre París y La Riviera, en un mundo de bugattis y martinis, piscinas pompeyanas, cuerpos desnatados (todos bisexuales) y sublimes amaneceres color champagne. Tamara de Lempicka no andaría lejos, acaso bailando un fox lento con alguna princesa rusa en el exilio, tan dorado. O sea, el glamour en todo su esplendor. Lo confiesa expresamente nuestro artista: “Me gusta el glamour, lo que para muchos es superficial para mí es real y positivo.” Te entiendo, Alex. Y además, ¿por qué complicarse uno la vida, pudiendo disfrutar cuatro meses al año frente al mar de Maine y pasarlo súper bien y además sabiendo que todo lo que pintes lo tienes vendido? Si yo fuera pintor y pudiera vender mi alma al diablo, le pediría una vida como la de Alex Katz. De acuerdo que en su obra no hay progresión ni drama ni pollock ni leches, pero, ¡qué buen vivir el suyo! Y de acuerdo también en que esta exposición nunca podría llevar por título De repente el último verano; más bien sería El mismo Maine de todos los veranos. Bueno, ¿y por qué no? Yo siempre digo que cuando alguien me gusta, me gusta para siempre. Alex Katz confiesa que, además del glamour y los complementos, ama la luz de Maine, tan diferente a la de Nueva York. Y concluye: “Desde la primera vez que fui allí, decidí que no quería dejar de verla el resto de mi vida.”
Galeria Javier Lopez - Alex Katz