viernes, 26 de septiembre de 2014

el placer de la renuncia

      A ver si soy capaz de explicarme en esta buena mañana de otoño incipiente. Creo que está en la naturaleza de las cosas: hay un tiempo para la expansión y otro para el asentamiento. Abrirse al mundo, al horizonte ilimitado, es lo que corresponde hasta la mitad de la vida o algo más allá. Hay años y décadas en que vivir es crecer y acumular amores, libros, viajes, regalos, experiencias... Luego -por lo que voy viendo- van llegando los días en que callar es un placer insospechado; quedarse uno quieto es convertirse en modelo de perfección durante unos segundos; mirar en silencio puede ser casi tanto como pecar impunemente. Tengo la impresión de que se me ha pasado, o casi, la edad de las acumulaciones. Hace tiempo que compro menos libros y camisas, salimos menos a cenar o al cine, no me tienta la idea de cambiar de coche. Casi sin advertirlo, vamos pasando de los horizontes de grandeza a los pequeños espacios y los relatos breves. ¿Por qué? ¿Porque después de los 50 se mueve uno mejor en las distancias cortas, en las escenas de interiores? Puede que haya algo de eso, sí, pero tiendo a creer que ello es consecuencia de un cambio de actitud, no tanto una pérdida de la ambición como un descubrimiento: el aprendizaje de la renuncia, incluso el placer de la renuncia. Y ese sí qué es un territorio inexplorado, como esos mapas del siglo XIX en que grandes extensiones de África aparecían en blanco, sin nombres ni ríos ni selvas, volcanes, cordilleras o desiertos. La renuncia es un continente por descubrir. Más aún, es el otro hemisferio de la realidad: aquello ante lo que deliberadamente nos abstenemos, rehusamos. Es el territorio del 'no'; o mejor dicho, del 'no, gracias'. Despojamiento es una palabra un poco fuerte, radical, pero ir retirando algunas joyas, prescindir de algunos excedentes, excusar alguna asistencia no del todo obligada, quedarse uno en casa holgazaneando tan a gusto... puede ser casi una conquista. Y quizá todo esto suene a una cierta ascética, la del no caer en la tentación. Aunque, bien mirado, también pudiera ser un incurrir en la mayor de las tentaciones: la soberbia que siempre alienta o está detrás de la renuncia. No cometer un determinado acto puede ser lo más transgresor, incluso revolucionario en cierto modo. Mirar sin codicia un bello escaparate de Armani o un limpio alfiler de plata de Roberto Verino es una prueba de buen gusto y criterio. Me quedan pocas líneas, lo sé, y por eso le hago trampas al solitario: estoy dejando sonar una vez más Dear lord, de John Coltrane. Me abruma esa belleza contra la que nada puedo ni podré hacer. La belleza es un desastre, una calamidad ante la que estamos perdidos. Algunas músicas, media docena (o docena y media) de libros, cierta mujer con la que sueño y duermo, pequeños momentos inconfesables, algunos paisajes a la caída de septiembre, al amanecer de octubre... Todo eso a lo que nos aferramos, aquello que 'nos moriremos mirando'... es lo que hay que preservar. Lo demás es lo de menos. Vale, bien, lo confieso: cumplí años hace unos días.



 

6 comentarios:

  1. En un viaje coincidí con un guía peculiar. Al final hicimos una colecta para agradecer su rigor y su buen servicio. Y cuando fuios a darle el dinero recaudado se ofendió mucho. Se quedó mirándonos y nos dijo: "A estas alturas de mi vida necesito muy poco, y lo poco que necesito no lo necesito nada". Pues, eso el despojamiento abre el horizonte y ahí estamos: con poco equipaje...feliz día, poeta.

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  2. Qué buen oficio el de guía. Hace tiempo que me viene tentando la idea de anunciarme como tal en el milanuncios. Eso sí, sería un guía un tanto peculiar. Un abrazo, José Luis. Y muchas gracias por tus comentarios.

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  3. No sé si es el placer de la renuncia. Más bien creo que la escasez de tiempo nos obliga a seleccionar mejor y a ser más ajustados a la jerarquía de lo importante. Los 50 y más es el reino de la exigencia. No es el fin del periodo de acumulación, sino que se acumula exclusivamente lo excelente. No es renuncia, sino exquisitez. Acabo de escuchar que Gino Paoli a sus 80 años ha grabado uno de los mejores trabajos de su vida. Y no es un argumento ad hoc...

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    1. Bien por esos finos matices, Chus. Los suscribo ya mismo. Y dices de Gino Paoli a sus 80: Tony Bennett, a sus 88, ha grabado un disco espléndido de duetos con lady Gaga. Eso da muchos ánimos, y alegra la vida. Gracias. Un beso.

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  4. Me has hecho recordar "Casablanca" y su canción ... Sam
    Besos

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