jueves, 18 de septiembre de 2014

c'est la vie

     Que a partir de cierta edad cada uno lleva consigo una multitud es un hecho cierto; para comprobarlo basta con repasar la secuencia de nuestras fotos de un año para otro. Si las observamos con detenimiento, veremos que a lo largo de una década hemos sido varios tipos diferentes, aunque parecidos entre sí. Y es normal que así sea: diez años dan para mucho. Diez años, con sus viernes y sus fiestas, libros leídos, contrariedades, secretas pasiones, películas inolvidables... Todo eso ha de notarse en las fotos que nos hacen de un verano a otro verano, en el matiz del gesto, en la expresión que nos delata o en la ropa que nos viste cada temporada otoño-invierno. Somos lo que elegimos en cada momento: el vino preferido de cada octubre, la calle más transitada, las músicas que frecuentamos, la dosis de Soñodor que ingerimos cada noche... (dice el prospecto: "antes de tomar Soñodor, no tome Soñodor." Es muy pertinente la advertencia.) Todo eso, digo, nos constituye, se queda en nosotros de algún modo: no hay más que echarnos un vistazo en las fotografías para ver cómo estaban las cosas por entonces y cuántos disgustos y alegrías nos había dado el sexo esa temporada. Pero, lejos de sustituirnos a nosotros mismos, nos acumulamos: el último en llegar se superpone al anterior, y así sucesivamente. Por eso, cuando nos encontramos con alguien a quién no hemos visto en mucho tiempo, se produce un breve pero curioso fenómeno de transparencia, y descubrimos en él, en ella, al de hace diez, quince o más años. Por algún sitio debe andar un poema que dediqué a una antigua amiga en el que decía: "estoy viendo en la que eres a la que fuiste." Y en un ejercicio de casi virtuosismo mirón, no me limitaba a ver en ella a la que había sido hace veinte años o más, sino que me atrevía a descubrir e intercalar los pasos intermedios habidos en ese rostro, en esa figura... que ahora caminaba hacia mí, sonriendo, en el poema. Me gusta jugar a ese juego de las transparencias, lo confieso; ello tiene algo como de apoderamiento, un apropiarse en silencio de algo intangible que hay en los otros... sin que ellos lo sepan. Vale, bien, no voy a negar que se trata de un acto de apropiación indebida, pero una apropiación sin violencia que no daña a nadie ni ocasiona perjuicios. Mirar a alguien a quien alguna vez amamos, aunque fuera solo un invierno, un curso, o simplemente nos gustó en su día, es un puro prodigio sostenido, es ver a aquélla en ésta un instante: ese milagro que sucede y se extiende entre dos parpadeos. Luego la vida se reanuda y la realidad se impone con sus ruidos, sus quehaceres, las noticias del día, el relato apresurado de lo que han sido estos años sin vernos. Dicho de otro modo: c'est la vie.

6 comentarios:

  1. Somos multitud, querido amigo, es verdad; y cuesta reconocerse en el espejo entre tanto yo dubitativo. Es la vida, ese rumor de tiempo que nos deja en la sombra con la certeza de una identidad de paso... Y sin embargo a veces en el espejo un yo que conocemos. Un abrazo cordial, desde cualquiera de los yo que he sido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Otro para ti, José Luis, desde alguno de mis yoes (?) más recientes.

      Eliminar
  2. "Ella era un fantasma de placer al brillar ante mi mirada.
    Una preciosa aparición, destinada a ser la chispa de un momento."
    William Wosdsworth

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Wordsworth! No has elegido mal poeta, María. La primera vez que oí su nombre, como tantos otros, fue al final de "El esplendor en la hierba". Sé qué lo recuerdas perfectamente: "Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba..."

      Eliminar
  3. ¿Por algún sitio debe andar?...me parto Luis.

    Artefacto / Artilugio / Artificio

    A Ana Almaraz


    Voy a jugar contigo al juego de las transparencias.
    De entrada, me quedo con ese primer plano tuyo
    aún reciente, o casi.
    Lo encuadro bien, lo ajusto, lo enfoco en la memoria.

    Extraigo del recuerdo ahora una imagen tuya
    de hace veinte años o más: vienes caminando
    y sonriendo al verme (curiosamente, unos metros
    más allá, en la misma calle, esa calle);
    superpongo esta imagen recién llegada a la anterior
    a fin de compararte contigo misma.

    Entre tú y tú, me animo a introducir una tercera,
    ésta muy anterior, casi adolescente.
    Voy más allá: en un alarde de virtuosismo, recreo
    momentos intermedios, rostros supuestamente tuyos
    que me salen al paso.

    Estoy viajando por tus edades, las edades de Ana,
    y todo empieza a tener un aire casi narcotizante,
    como de fumadero de opio en Shangai, hacia 1930.

    No sé si estoy saliendo de un sueño o entrando en él.
    No sé si eres tú o un invento mío que se parece a ti…
    cuando te parecías a la que yo recuerdo (o eso creo)
    de diferentes días, años, momentos que olvidé
    y ahora reaparecen saliendo de la niebla.

    Estoy viendo en la que eres a la que fuiste.

    Pero en esas secuencias rescatadas ya eres otra distinta
    a la que entró en la memoria o cayó en el olvido;
    en apariencia eres aquélla, sí, aunque yo sé que no,
    o al menos no del todo, pues suceden tantas cosas
    en la zona de sombra, en la parte de atrás…

    Quién sabe lo que ha sucedido contigo entretanto,
    por qué galerías han andado tus pasos,
    qué se ha borrado, qué se ha ido incorporando a ti
    de un modo casi imperceptible... pero cierto.

    Pasar por la memoria de alguien implica quedarse a vivir en ella,
    y sabemos que la memoria trabaja mucho y bien
    –aunque no siempre–, y lo que entra en ella se altera sin remedio,
    se modifica, como todo ser vivo, con el paso del tiempo.

    Te pareces a ti, no hay duda, sin embargo ya no eres tú la que aparece
    o comparece, sino otra, una re-creación de ti, a partir de ti, pero
    ya no tú: una impostora que se hace pasar por quien no es.
    Quizá es yo (sic) la que figura en mi memoria y sonríe al verme,
    haciéndome creer que ella eres tú.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exacto. Ese es el poema al que me refería de memoria en el post. La primera mitad la escribí de un tirón hace ocho o más años. El poema quedó inacabado. Luego, hace un año o así, traté de concluirlo, quizá un tanto apresuradamente. De todos modos, gracias, Ana.

      Eliminar