Hay seres humanos que tienen
grandeza incluso en la desgracia, o que parecen tocados por un destino trágico
que estuviera por encima de la voluntad humana. Ted Kennedy encontró en la
pequeña isla de Chappaquiddick (Massachussets) aquel destino aciago que le
retiró para siempre del camino seguro a la Casa Blanca. La maldición de los
Kennedy cayó sobre él aquella negra noche en que el automóvil que conducía se precipitó al
agua, y Mary Jo, su acompañante, perdió la vida. El joven Ted salió de allí
previsiblemente espantado, y tardó diez horas en dar cuenta de lo sucedido a la
policía. En esas horas de aturdimiento y zozobra se decidió su carrera
política. Fue como si las brujas de Macbeth hubiesen dictado sentencia: "Tú y
tu estirpe nunca volveréis a Camelot". Asimismo, Michael Corleone, por más que
intenta borrar el oscuro pasado de la famiglia, no consigue librarse de la forza del destino que gravita sobre su apellido, ni conseguirá
dormir en paz una sola noche de su vida: la orden de matar a su hermano Fredo
lo perseguirá hasta el mismísimo infierno. A esto se le llama normalmente ‘fatum’, ‘destino
trágico’, y sobre todo ‘grandeza shakespeariana’. Es aquello de los personajes de Orson Welles ‘más grandes que la vida’. Sin embargo, aquí
y ahora no hay grandeza ni tragedia ni personajes dignos de Welles: todo queda
en una mala farsa sin gracia. La España en que vivimos, hoy, martes, 2 de abril
de 2013, con este panorama y este ambiente, con estos
gobernantes (y opositores) que nos hemos dado, con estos medios de incomunicación y
propaganda, tan de mayoría absoluta, lo que con todo esto tenemos -por méritos propios, qué duda cabe- es
la España de Torrente. La foto, y sobre todo las explicaciones, del actual primer ministro, o como se diga, de la Xunta de Galicia, navegando junto a un
acreditado mafioso de medio pelo... nunca podrá competir con la tragedia ni con
la grandeza de otros: todo quedará en un pequeño
afaire de contrabandistas y politiquillos corruptos que forman parte del
paisaje en que vivimos: algo tan extendido, tan igual a sí
mismo una y otra vez, que ya casi nos parece normal. Más aún: ya es lo normal. Así las cosas, ¿quién dijo crisis del cine español? Santiago Segura tiene por delante, durante al menos una década, inolvidables
títulos por estrenar: Torrente viaja a Suiza, Torrente en las Rías Baixas, Torrente
en Génova (que quizá no llegue a estrenarse, por cautelas
judiciales), Torrente en la TDT, Torrente en la Sanidad Privatizada, Torrente líder de la Oposición, La Zarzuela
de Torrente... Está claro que el cine español –en su versión más Azcona, más
Berlanga, más Cuerda, más Segura– tiene un futuro prometedor. Quién
sabe, quizá por ahí empiece la la regeneración... económica, por
supuesto.
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