viernes, 19 de abril de 2013

el paraíso perdido


Oigo la noticia de que, tras conocerse la sentencia condenatoria, Isabel Pantoja ha sido ‘retirada’ del Museo de Cera. Y, la verdad, no sé qué es peor para una celebrity si la retirada del pasaporte o esto. De paso me entero de que con Urdangarín ocurrió algo semejante, aunque a este se le dio un trato, digamos, preferencial: su figura fue apartada del espacio destinado a la Familia Real española, sí, pero la trasladaron, dentro del mismo museo, al lugar donde conviven los grandes deportistas. De modo que lo que se pierde por un lado se gana por otro. Lo de Isabel es peor: por si hubiera tenido poco con esa salida tumultuosa del juzgado, esa sentencia (en la que se libra de la cárcel por los pelos), ese millón y pico de euros que va a tener que pagar... pues resulta que, además, tiene que soportar la humillación de ser retirada con más pena que gloria del museo más visitado de Madrid, después del Prado. Desde que oí la noticia, le he dado algunas vueltas al asunto. Creo que todo personaje público debería tener su réplica de cera en un súper museo de enormes dimensiones. En sus múltiples salas y espacios tendría lugar una gran movilidad, en función de los acontecimientos, sentencias, méritos, miserias, golazos, desvergüenzas... Ese museo sería una especie de adaptación a nuestro tiempo y país de La Divina Comedia de Dante Alighieri, con su Inferno, su Purgatorio y su Paradiso, y cada uno con sus nueve círculos o grandes salas en las que se catalogaría a las figuras del museo: desde lo más infame a lo más sublime. Pero, ya digo, no serían espacios estancos sino que habría una gran movilidad entre ellos. A veces, del Paraíso al Infierno se puede pasar por un simple mal día, un exceso de codicia, un polvo equivocado. O muy equivocado. Y viceversa, claro, aunque estos casos son los menos. Desde nuestro ordenador personal, cada uno de nosotros tendría acceso directo a la web del museo, y podría votar y proponer desplazamientos, premios y castigos, en función del acontecer diario. Un ejemplo: José María Pou –por su adaptación e interpretación en el Teatro Español de la obra A cielo abierto, de David Hare–, ascendería a lo más alto del Olimpo, en el Paraíso. Otro ejemplo: María Dolores de Cospedal sería arrojada del espacio que ocupase en este momento para ingresar por méritos propios en el Círculo de los Cínicos y los Desvergonzados. Aunque estoy seguro de que, a poco que se esmerase, podría mejorar sus propias marcas. Pero..., lo admito, no puedo evitarlo: cómo no concederle a alguien tan... tan “ya es primavera en El Corte Inglés” la posibilidad de salir de ese círculo vicioso –‘miento para desmentir anteriores mentiras descubiertas’– y ascender, sin pasar por ningún purgatorio, al Círculo de las Virtuosas Damas y de los Claros Varones Sin Mácula. Solo son ejemplos, ya digo.

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