viernes, 6 de enero de 2017

premios, regalos, maravillas

        Puesto que yo soy más bien afortunado en amores, siempre me he mantenido al margen de los juegos de azar, de la baraja, la ruleta, incluso la lotería. Pero a cambio me gusta no poco jugar; uno de esos juegos es el de hacer regalos: libros, discos,vinos, pulseras, dedicatorias; otro, conceder premios. Y qué mejor idea para un día de Reyes que repartir unos cuantos. Ya lo hice aquí en un post que titulé entrega de premios, y la verdad es que me quedé con ganas de repetir. Generoso que es uno. Pero a poco que sobrevolemos el 2016 -annus horribilis- nos encontramos con una película que se merece mis mejores premios: A Quiet Passion, dirigida por Terence Davies, con una gran Cynthia Nixon convertida en Emily Dickinson, la enorme y delicada poeta norteamericana. Algo semejante es lo que consigue nuestro Eduard Fernández haciéndose pasar por el infame aunque genial impostor Francisco Paesa en El hombre de las mil caras, la película de Alberto Rodríguez. Y de la butaca de cine al sillón de lectura. Disfruté tanto con los Cuentos de amor del refinado y algo perverso Junichiro Tanizaki como con Peregrinos de la belleza, viajeros por Italia y Grecia, de María Belmonte. Aquí entrarían asimismo estos gozosos Fragmentos de George Steiner -¿cómo no premiar a Steiner? ¡Siempre!-, y también el poemario Y una sospecha, como un dedo, donde Francisco Layna demuestra que es capaz de “dar con la palabra, encontrarla,/y después acudir a otro poema.”  Escribe Steiner: “Pensemos el idioma como un silencio ensordecedor, o como las sirenas de Kafka que amenazan con no emitir su canto.” Es así, de este modo, como entramos en el silencio, en los Pliegues de silencio de Jesús Capa que todavía resuenan en la memoria visual de quienes asistimos, asombrados, a su instalación. Y hablando de arte, Franciska Teresa es una desconocida amiga polaca; a ella le debo, le debemos, toda esa abundante belleza que comparte alegremente cada día en Facebook. Gracias, Franciska. Aunque con meses de retraso, a Lucia Berlin empezaré a leerla hoy mismo, pero es verdad que la frase que aparece en la portada de su prometedor Manual para mujeres de la limpieza es de las que por sí solas merecen o anticipan un premio de los grandes: “En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados.” Asaltemos pues los cielos de los bares y las licorerías. En su interior encontraremos premios, regalos, maravillas...


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