viernes, 23 de septiembre de 2016

esperando a que suene Bill Evans

     Han sido necesarios más de veinte años para llegar a este salón. Sin duda es un logro esta combinación de espacio, luz y silencio. Lo sé. Pero sé también que nada ocurre dos veces de la misma manera: el tiempo hace que todo cuanto sucede en él sea irrepetible. Las motas de polvo suspendido que ahora brillan en esa franja de luz, tendrán mañana otra disposición; la música de Bill Evans que tengo en espera para empezar a sonar -I Will Say Googbye- encontrará un silencio algo distinto a éste sobre el que fluir dentro de unos meses o años. Una mano de pintura en las paredes, las plantas que habrán crecido en la terraza cubierta incorporada a este salón, el nuevo equipo de sonido, los estores que sustituyan a los actuales, cien o doscientos libros más en las estanterías, la erosión de las aristas, el desgaste de las cosas, las incorporaciones... Todo ello hará que, pasado un tiempo, no suene igual esa música que en seguida va a sonar aquí. Y quien dice música dice todo lo demás. Las alegrías y las decepciones por venir, la calidez o claridad de la nuevas lámparas, mi vista cansada con una dioptría más... modificarán un punto la percepción de los colores, los matices de la luz, el juego de las sombras, la idea misma de bienestar. Con el tiempo, el salón de una casa vivida constituye la mejor biografía de sus moradores. A un Sherlock Holmes actual le bastarían unos minutos curioseando en este salón para averiguar quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí. Aunque tampoco se requiere ser un lince de la perspicacia para ello: cuadros, libros, discos, fotos, recuerdos, regalos, decoración, detalles... Para qué más, si está todo aquí. Ni siquiera necesitaría nuestro detective entrar en este ordenador y escudriñar entre mis búsquedas de las últimas semanas, meses. La factura más reciente de los móviles -con el desglose de llamadas, hora, coste, duración- anda por aquí, a la vista, junto al ticket de compra de ayer en AhorraMás, la cita médica del próximo lunes a las 08.40, los últimos movimientos de mi tarjeta de crédito, el albarán del taller donde llevé el coche la semana pasada, un talón (que yo desconocía) 'válido por una noche de hotel para dos personas', la oferta 2x1 de un spa que incluye -¡oh, cielos!- ese prometedor 'masaje sensitivo inolvidable'. En fin, cosas con las que mi mujer me sorprende, me sigue sorprendiendo. Pues bien, todo eso y más está en este salón. La pregunta ahora es: ¿qué quedará de todo esto, y qué nuevas sorpresas aparecerán aquí, pasados veinte años? Vivir para contarlo. Y para escucharlo.

Bill Evans - A House Is Not A Home - YouTube

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