viernes, 8 de enero de 2016

publicidad, felicidad...

     Como es costumbre en esta época del año, durante las últimas semanas los anuncios de perfumes han desbordado los espacios publicitarios de las televisiones. Loewe, Armani, D&G, Marc Jacobs, Calvin Klein, Hugo Boss, Chanel, Carolina Herrera, Ives Saint Laurent... En mayor o menor medida, todos prometen lo mismo: suscitar el deseo (tanto en el hombre como en la mujer) y alcanzar el éxtasis. Un deseo avasallador, ingobernable, y un éxtasis que alcance el nivel 10 en la escala Richter de los orgasmos más allá de Orión. Y frente a esa promesa -incluso como hipótesis o mera fantasía- nada se puede hacer para neutralizar su devastadora capacidad de sugestión. ¿Quién puede sustraerse al efecto aspiracional de, por ejemplo, el anuncio de Dolce & Gabbana de estas navidades? Ni queriendo puede uno renunciar del todo a rozar ese paraíso de párpados caídos, labios anhelantes, estremecidos vientres... Ya sabemos que la felicidad no es eso, no es eso, sino algo mucho más apacible y duradero, pero ¿qué pueden hacer la razón o el buen sentido frente a la mera posibilidad (aunque sea remota, una entre mil) de ese goteo de oro candente en las entrañas, ese placer tan abrasivo que intuimos en el relato publicitario, cada vez más explícito? La universalización del acceso al porno a través de Internet nos ha educado mucho la mirada a todos -mirones o no- y ha desencadenado un imaginario erótico de altísimas prestaciones para todos los públicos. Ello ha contribuido no poco a que la familia unida pueda contemplar sin el menor empacho ni rubor media docena de spots consecutivos donde tiene lugar la promesa de los más cegadores orgasmos. Hace apenas tres décadas esto hubiera resultado ciertamente incómodo en la sobremesa navideña de casi cualquier familia. Pero es un hecho cierto que aquí ya nadie se conforma con un polvo normal y corriente, doméstico, de clase media. No. Ahora, por mor de las fragancias y las ensoñaciones, todos aspiramos a ascender a los cielos del placer con la diosa Charlize Theron, como D'ior manda. Pero la idea ya ha sido asumida, y la sociedad está madura para hacer realidad (virtual, claro) esa fantasía. A no mucho tardar, entraremos en una cabina, nos acomodaremos en una butaca muy ergonómica, nos pondrán un casco y gafas con sensores y elegiremos entre todos los perfumes aquel que deseamos aspirar, sentir, gozar. Una experiencia memorable de marca con Charlize o con Scarlett, o con David Gandy, el modelazo del anuncio, y su fabulosa chica en el spot de D&G Light blue. Claro que, para los más codiciosos, también estará disponible la versión orgiástica del tótum revolútum. Y todo ello con solo destapar el frasco de las esencias que el deseo nos pida. De la cabina saldremos extenuados, sí, pero con la expresión inefable de quien, por unos minutos, ha robado el fuego sagrado a los dioses. ¿Alguien cree que exagero? Para demostrar que no es así, aquí os dejo este regalo de Reyes.

Emporio Armani Rapture for women on Vimeo (mejor, véase a toda pantalla)


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