viernes, 2 de octubre de 2015

tiempo de silencio

     Minutos de espera, tiempo de silencio que se convierte en baño de humildad. Pero esperar ¿qué? Esperar el milagro: que una musa improbable se apiade de ti, que en el último instante llegue el indulto en forma de ángel que te traiga la buena nueva del post que no has sido capaz de escribir hasta ahora. Aunque el tiempo pasa y el indulto no llega. No hay musas que te susurren melodías al oído, ni dulces dedos invisibles que acaricien el teclado del ordenador. Mira que es triste la pena del condenado a esperar el milagro... cuando ya no queda tiempo para que se produzca el milagro. Qué momento este en que la espera se convierte en un mero esperar por esperar... sin esperanza ninguna. Pero también es cierto -dicen que el que no se consuela es porque no quiere- que este tiempo de espera sin fe y sin nada es un espacio muy limpio y exento de ruidos, de conflictos, 'como quien espera el alba' ya sin sueño ni miedo. La suerte está echada: hoy, viernes, 2 de octubre, a las 9.30 h se procederá a publicar la nada, y en consecuencia se hará público el vacío mental de quien suscribe estas confesiones. Pero antes o después, toda impostura se acaba descubriendo. Ha llegado la hora de las verdades: confieso haber tenido un negro escribiente que nunca me había fallado hasta hoy; todos los viernes a primera hora de la mañana él tenía escrito y revisado el post que yo me limitaba a leer por encima y hacer clic en "Publicar". Y eso era todo. Qué bien hecho estaba el mundo. Ahora ese mundo se viene abajo: los negros se rebelan; los esclavos nos desafían y se atreven a ponerse en pie (que es como levantarse en armas) y decirnos a la cara con insolencia: 'yo soy Espartaco'; y en cuanto a las musas, ay, las musas son tan variables, además de infieles... Ellas no se casan con nadie: hoy contigo, mañana con tu enemigo. Y en esas estamos: haciendo como quien espera el indulto del Gobernador, pero a sabiendas de que el indulto no llegará antes de que amanezca en el patio, donde todo está listo y el reverendo tiene abierto su libro de oraciones por la página que más consuela: el Libro de los Salmos. Es el momento de cerrar los ojos y evocar aquellos versos de José Hierro en que Lope, ya viejo, le habla a Marta de Nevares, ya medio ida, de "aventuras de olas, de galeones, de arcabuces, de rumbos marinos, / de lugares vividos y soñados..." Diríase que cuando todo está perdido surge el Ángel de la Nada y enciende la última vela. A continuación, sopla y apaga esa luz. Pero en ese soplo ha deslizado una idea, un post, unas líneas que te pueden salvar del cadalso. Y es entonces cuando, un segundo antes de pulsar clic, das las gracias a Hierro in extremis: "abre tu ojos verdes, Marta, que quiero oír el mar." Y aunque parezca mentira (aunque lo sea), a las 9.28 horas de este luminoso viernes 2 de octubre dices: ¡Salvado! Cuentas con una semana más, otra semana, para seguir navegando.

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