viernes, 11 de abril de 2014

chocolate negro

      Un bombón de chocolate negro es una invitación a cerrar los ojos y fantasear con los más suculentos placeres. Tengo aquí, al alcance de la mano izquierda, un bombón envuelto en un lujoso papel negro brillante en el que solo aparece una palabra: noir. Lo miro pero no lo toco, ni lo rozo siquiera con la parte externa del dedo meñique. Ese bombón me va a llevar al paraíso dentro de un minuto, dos, acaso tres... o algo más. No sé por cuánto tiempo seré capaz de permanecer así, mirándolo y no desenvolviéndolo. 'Desenvolviéndolo' me recuerda a la palabra 'bamboleo'. Y bamboleo es una mecedora en agosto a la hora de la siesta. Hay un cuadro de Romero de Torres, pintado en 1900, que se llama precisamente así, La siesta. Lo conozco bien: la acción sucede en un jardín fragante del sur; una mujer joven, sin duda esbelta, con un vestido blanco y espumoso, muy sorolla, se bambolea a la sombra en la mecedora art déco; una sombrilla roja queda en primer término, abierta, como recién abandonada, en el suelo. El pintor nos oculta casi todo el rostro de esa mujer. No puedo asegurarlo, pero creo que tiene los párpados entornados y acaso paladea un bombón noir. De ser así, ella tendría los labios entreabiertos, voluptuosos, y una expresión de anhelo y de placer al mismo tiempo. ¿En qué estará pensando ella? ¿En qué momentos, vividos o no, en qué sueños? ¿Qué secretos deseos ocuparán su mente? Casi que se percibe el aire quieto que la envuelve, la temperatura que hay ahora a la sombra en el jardín, el tacto y la curva del reposabrazos de la mecedora en su mano diestra... Me pregunto qué me llevó a comprar esta tarjeta, precisamente esta, aquella mañana de domingo, a la salida de la exposición. Por momentos, me vuelvo mujer meciéndome en ese jardín a la hora de la siesta. Percibo el olor de las adelfas y de las azucenas, y el roce delicado, la caricia del vestido de organza en los hombros, los muslos, las rodillas... Qué bien se está aquí, a solas, qué dulzura, pero a la vez qué nostalgia anticipada: cómo echaré de menos, lo sé, estas flores, esta cálida luz que ahora siento en los párpados, el vaivén suave de la mecedora, esta belleza tan efímera... Lentamente, como quien comete un acto inconfesable, empiezo a desenvolver el bombón de chocolate negro. El sonido del envoltorio se confunde con el cri-crí de una chicharra en la postal. No sé si llevarme el bombón a la boca o... a la de esa bella mujer ensimismada. Cierro los ojos. Aspiro las fragancias del jardín. Dejo que el bombón se derrita despacio en la boca de esa mujer sin nombre a la que ahora suplanto. El paladar me lleva a hacer mía su memoria, percibir sus sensaciones, fantasear de otro modo. Soy casi ella por momentos. Compruebo que no hay nada como ser mujer durante un bombón de chocolate negro para entender algunas cosas, estampas, emociones, sueños, sinestesias..., momentos que nunca sucedieron, pero que la memoria guarda.

La_siesta_by_Julio_Romero_de_Torres.jpg (700×1126)

2 comentarios:

  1. Si tú pones la caja de bombones, ¿yo puedo invitar al té con limón?. Además puedo contarte mi encuentro abulense con Mario Pérez Antolín que me regalo un ejemplar de la antología SENTADOS O DE PIE, llena de buena poesía. Lo dicho compartir bombones y poesía no es un paraíso, pero se parece mucho. Abrazos cordiales.

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  2. El bombón es este texto. La perfección sería tenerlo sobre papel estucado y envuelto en una bella encuadernación.

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