sábado, 9 de febrero de 2013

cambio climático

Se hace poco menos que imposible levantar la vista o mirar hacia otro lado. La niebla es tan cerrada y persistente que impide vislumbrar lo que pueda haber más allá. Para un mirón vocacional esto es lo peor que le puede ocurrir.  Sale uno cada mañana buscando un golpe de luz y de alegría donde poner la vista, una buena noticia, unos andares cadenciosos, un buen motivo para mirar... y disfrutar mirando. Pero lo que se encuentra un día y otro es esta niebla sucia que todo lo envuelve y que está por todas partes:  allá donde mires, niebla y más niebla desde primera hora. En las ondas, en internet, en la prensa, en las redes sociales, en las conversaciones de calle, en el silencio adusto de quienes van en metro...  y así un día y otro y otro y otro más y mañana y pasado y la semana que viene.  Porque, tal como indican los servicios meteorológicos más fiables, la niebla sucia no muestra visos de levantar o desvanecerse; por el contrario, tiende a cerrarse más y más, a permanecer entre nosotros, sobre nosotros, indefinidamente. Visto lo visto, solo cabe confiar en alguna drástica reacción atmosférica, de las que se producen en la naturaleza cada cierto tiempo. Pero el cambio climático hace que los cálculos, los pronósticos, no pasen de ser meros augurios, deseos o temores. Como suele suceder en estos casos, las autoridades tratan de calmar a la población  o distraerla con cuentos y juegos, y evitar así la alarma social, tan inconveniente para sus intereses. Aunque la población sabe o  sospecha que el panorama no va despejar por sí solo, por voluntad propia, sino por la fuerza, la temida y esperada fuerza de una  "gota fría" que colme la tormenta, o bien una "ciclogénesis explosiva" que se lleve por delante toda la parda niebla en suspensión, toda esa podredumbre que no nos deja ver más allá  de la nube que nos cubre y nos ensucia la mirada. Así pues, volvemos a estar solos entre el cielo y la tierra. A millones de personas no nos queda otra que confiar en las fuerzas de la naturaleza (también conocidas como "justicia poética") o bien, intentar ponernos de acuerdo para soplar todos a la vez. Cosa complicada, es cierto, aunque no imposible. Aún así, algún síntoma esperanzador, algún brote verde, o meramente limpio, se ha dejado notar en los últimos días. Ya es sabido que los ciclones y los huracanes llevan nombre de mujer. El ciclón "Ada Colao" nos ha traído un golpe de esperanza y de hermosa voz esclarecida. Asimismo, en la amable ciudad de Cascais (costa atlántica) otra joven tormenta o galerna en ciernes, "Beatriz Talegón", levantó la palabra ante el geriátrico de la Internacional Socialista para informar a los presentes de que "estamos pagando las consecuencias de vuestra acción, o de vuestra falta de acción". Algo se mueve, pues. No todo está perdido. A pesar de la niebla sucia, me niego a quedarme en casa y cerrar los ojos. Los mirones, queramos o no, tenemos una obligación, algo que Alberto García Alix formuló en tres palabras: "nos moriremos mirando."

Nota: Como puede verse, la hora que aparece aquí está descabalada, pero quizá en algún lugar del mundo alguien mire al reloj y sea esa hora precisa y ese minuto. 

2 comentarios:

  1. Magníficas reflexiones amparado en la metáfora del clima. Muy buen articulo, señor Mirón.
    Me alegro de que tras la densa oscuridad haya sabido vislumbrar algunos rayos de luz; no es poco, para los tiempos que corren. Y me complace que esos rayos lleven nombre de mujer.
    Sólo una observación: adoro la estampa de la niebla coronando la sierra y fundida caprichosa entre los árboles de nuestras dehesas por lo que me cuesta imaginarla sucia y corrompida... Manias de aquellas mironas que no podemos dejar de ir acechando por veredas y trochas. Un abrazo

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  2. También a mí me gusta la niebla (soy de Valladolid), pero esa es otra que nada tiene que ver con esta. La una envuelve,refresca, humedece, hace crecer la hierba... La otra oscurece, agobia, contamina, pringa... Un abrazo, amiga.

    Tus fotos, Isabel, también hacen crecer la hierba.

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