viernes, 20 de mayo de 2016

un ramo de flores

     Ese era el post que yo quería escribir hoy, el de este ramo de flores diversas que desde hace días inunda el salón de una fragancia casi estupefaciente que se extiende por el pasillo y las habitaciones como la luz del mediodía o como la música que se propaga y ocupa el aire por entero. Un ramo abundante y expansivo, casi enorme, que parece representar la proclamación de la primavera, la exuberancia, el esplendor. En fin, que este post lo reunía todo para ser el más poético de cuantos he escrito. Pero corren malos tiempos para la lírica -casi nunca han sido buenos- y la actualidad irrumpe como cosechadora en floristería. Ello me obliga a posponer el regodeo en las fragancias, la mirada extasiada, el canto a la belleza efímera y a los placeres sensoriales que tenía previsto explayar aquí para celebrar la loca primavera de lluvias y destellos, de insurgencias. Dicho lo cual, tampoco negaré que en lo que voy a contar ahora hay algo de vanidoso sentido de la anticipación. Veamos. Como mirón que soy, observo y tomo nota de cuanto sucede a mi alrededor; analizo las tendencias y las estrategias coincidentes de los medios; pongo en relación causas y efectos; evalúo los resultados; trato de extraer conclusiones. ¿Y bien? Muy sencillo: pronostico que en breve será recurrente en los mítines más animosos, y también en el silencio de muchos, el popular desahogo 'ladran, luego cabalgamos', al que algunos añadirán la coletilla 'amigo Sancho', y casi todos atribuirán a Cervantes. Y ahí estará el error: en ningún lugar del Quijote aparece, tal cual, ese 'ladran, luego cabalgamos'. Pero curioseando por ahí, entre cabalgadas y ladradurías, el azar ha querido que me diera de bruces con estos versos de Goethe: "Cabalgamos por el mundo /en busca de fortuna y de placeres /mas siempre atrás nos ladran,/ladran con fuerza.../Quisieran los perros del potrero /por siempre acompañarnos/ pero sus estridentes ladridos/ solo son señal de que cabalgamos." Curioso, ¿no? De modo que -como le ocurría a aquel personaje que hablaba en prosa sin saberlo- en las barras de los bares de España va a haber no poca clientela citando sin saberlo nada menos que a Goethe, en versión libre, eso sí. La creatividad tiene estas cosas: aquí somos capaces de refutar a Wittgenstein entre caña y caña sin el menor esfuerzo. Sin embargo, un ramo de flores como el que tengo delante es de los reservados a las grandes divas en las noches de gloria. Se lo regalaron sus alumnos a mi mujer -que es una estrella en lo suyo, dicho sea de paso- tras la fiesta de graduación, aunque soy yo quien más lo disfruta y aspira. Me siento, sí, como el marido o el amante de Ainhoa Arteta, Cate Blanchett, Anne Sophie Mutter... ¿Qué pensaría Goethe de todo esto?

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