viernes, 4 de septiembre de 2015

¿volver o no volver?

     Me pregunta una amiga imprescindible: "¿comienzas ya a escribir los viernes?" Se refiere a si reanudo la publicación semanal en este blog. Confieso que durante casi toda la semana no he tenido una respuesta clara, aunque la duda me ha llevado a ejercitar la mente en una partida de ping-pong entre el sí y el no. ¿Volver el viernes 4, o retrasar la vuelta hasta la semana siguiente, o incluso dejarlo para fin de mes? Nada tendría de extraño que este mirón reapareciera a primeros de octubre, pues es bien sabido que los veraneantes de toda la vida nunca hemos vuelto del todo antes de haber disfrutado por entero el sol del membrillo; o tras la vendimia, con el sabor reciente de las primeras uvas moscatel. ¿Volver antes de tiempo? ¿Para qué? ¿Para ponerme en evidencia, tras una larga inactividad ante las teclas del ordenador, y que este suene como un piano desafinado? No, yo todavía no me he incorporado a la rutina de la nueva temporada, y de algún modo sigo veraneando, aunque ya en Madrid. El pasado lunes, en su venturosa reaparición, mostraba El Roto a un bañista solitario paseando por la playa y haciéndose esta reflexión: "Lo mejor de las vacaciones es cuando se les acaban a los demás." Yo también lo veo así. Creo que con playa o sin ella -y sin necesidad de yate atracado en Port Andratx ni de mansión en Malibú o en Portofino- hay un estado de ánimo ocioso que se puede extender a lo largo de septiembre, incluso adentrarse en la primera quincena de octubre. Claro que para ello se requiere un especial talento diletante, una saludable tendencia al hedonismo. Más que de un ejercicio voluntarista, se trata de una cierta disposición favorable a contemplar la puesta de sol sin prisa ninguna, pero también sin dolor por el día que arde en el crepúsculo. No, nada de dolor, porque el atardecer se entrega a la noche como un río en toda su amplitud se vierte al mar. Algo así. Y ya sabemos que la noche y el mar están llenos de tesoros expectantes, de racimos de estrellas, de caballos azules noche adentro, mar adentro... Recuerdo ahora un retrato que Manuel Vicent, en su sección 'Mitologías', le hizo a Billy Wilder -aquel genio del que dijo William Holden que en lugar de ideas en el cerebro tenía cuchillas de afeitar-. Pues bien, al final de ese retrato concluye Vicent que "a este mundo ha venido uno a divertirse y a empujar con la yema del dedo la aceituna hacia el fondo del martini mientras resumes el mundo y la existencia con una frase feliz. Fuck you." Y en esas estamos, empujando con la yema la aceituna y viendo cómo sale a flote una y otra vez, a la espera de que una frase feliz emerja desde el fondo del martini y justifique el universo. O al menos la reaparición de este blog, me temo que algo precipitada. No sé, quizá dos o tres semanas más de silencio hubieran favorecido la primera entrega, el primer capítulo de esta serie, ya en su cuarta temporada. Pero eso es hablar por no callar. ¿Volver o no volver? Sea cual sea la respuesta, casi da igual. Como me dijo otra buena amiga hace ya muchos años: "tanto si me caso como si no, sé que, haga lo que haga, me voy a arrepentir." De todos modos, bienvenidos a septiembre.



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