A veces siento la
tentación de desdecirme, desandarme, deconstruirme, ser otro. Cambiar de nombre, de
currículum, de manera de vestir, no necesariamente de ciudad. Sería como ir
desprendiéndose uno de aquello que ha ido incorporando hasta llegar a ser el
que es, lo que es. Ignoro si ello tiene que ver con el anhelo del proscrito, del
fugitivo que trata de crearse una identidad nueva, un pasado distinto, incluso adquirir una memoria diferente (‘implantes’ de
memoria). Puede que sí, que ello tenga alguna relación desapercibida con la figura
del que huye de una realidad que lo persigue de manera inclemente, alguien en
busca de un lugar distinto donde librarse de sí mismo y vivir una vida nueva:
la vida de otro. Me pregunto cómo será esa cosa impensable de ser ‘otro’.
¿Adónde quiero llegar con todo esto? Eso habría que preguntárselo al otro, al
que vive divinamente (en el que no soy, donde no figuro) y viste mucho mejor que
yo, a ese no declarado alter ego que, además de dinero en abundancia, no tiene el
menor problema de conciencia sino todo lo contrario. Cómo le detesto, cómo le
envidio. Si yo fuera él... volvería por aquí en vacaciones –como volvían antaño
los indianos rumbosos, con sombrero panamá y traje de lino color barquillo–,
para disfrutar sádicamente interesándome por el que fui (o sea, por el que soy)
ante mis amigos de toda la vida, mi familia, las novias que no lo fueron... por
muy poco. ‘¿Y cómo era él?’, preguntaría yo desde la distancia ecuánime de mi
nueva identidad, libre de toda sospecha. Con las respuestas obtenidas
elaboraría un sonado best seller que me permitiría una vuelta al
mundo (promociones, marketing, entrevistas, etc), acaso en compañía de algunas
de mis casi ex novias que no lo fueron en su día. Bueno, a lo que
iba: que cuando siento esa tentación de desdecirme, desandarme, deconstruirme,
etc, es porque preferiría cambiar de mirada. Dicho de otro modo: lo que veo
–yo, mirón– no me gusta lo más mínimo. ¿Entonces? Pues una de dos: o cambia la
realidad... o cambio la mirada. No estoy pidiendo un imposible: me consta que
hay personas no perversas ni del todo cínicas que han conseguido ver “naves
ardiendo más allá de Orión” mientras yo solo veía (o casi) comercios cerrados,
suciedad en las calles, resignación... Aun así, creo que todavía estamos lejos
de la República de Weimar (1919-1923). Vale, bien. Punto y aparte. Hoy es
viernes, 11 de octubre a las 14 horas. El cielo de Madrid irradia un azul de
finales de abril, primeros de mayo, así como de noviazgo recién estrenado. No hay
disculpa para la tristeza.
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