Cuando vi el anuncio de Aura
de Loewe –me lo envió una amiga que conoce mis gustos, y a quien van dedicadas
estas líneas–, supe que antes o después iba a escribir sobre la mirada de Linda
Evangelista. No tiene mérito esa anticipación: nada me gusta más para escribir,
hablar, jugar, fantasear... Ya he perdido la cuenta del número de veces que he
pulsado play para dejarme mirar por
la mirada oblicua y sonreída de esa mujer. Pero soy promiscuo, y a través de
ella, de Linda, me están mirando todas las mujeres de cuarenta en adelante. Somos
lentos los hombres. ¡Lo que tardamos en descubrir la belleza plena en la mujer
madura! ¿Y qué decir de esa cosa tan sumamente sexy que es la inteligencia, el
talento, en la mujer que te mira sin reparos? Una mujer madura te sonríe al
mirarte y estás viendo de un solo golpe de luz la primavera y el otoño, el sol del membrillo... Una mujer madura te mira como lo hace Linda
Evangelista (toda mujer es Linda Evangelista, o más, algún minuto al día) y ya no eres el mismo después de esa mirada, solo te queda dimitir de ser tú y aspirar a mejorarte tanto como septiembre mejora agosto, como abril a marzo, como Billie Holiday mejora a Billie Holiday de una
noche para otra. Por cierto, está sonando ahora, aquí, no del todo casualmente,
el clásico My baby just cares for me
de Nina Simone. ¿Cómo no cerrar los ojos y ver esos andares de Linda haciendo
aún más hermosa la Gran Vía? En la mirada de esa mujer está toda la viveza del
mundo, todos los juegos, los besos robados (y por robar), la curva irrepetible
de unos labios, de una avenida... La mirada de Linda nos regresa por un
instante al lugar del que nunca debimos salir: el Paraíso, la mañana ilimitada,
la fragancia de lo que aún no tiene nombre, la dulce fatiga del sexo reciente,
el sol entibiando los párpados... La mirada de Linda es todo lo que soñamos y
todo lo que perdimos. Pero ¿qué hemos perdido que nos duele tanto?, se preguntaba
el autor de Bélver Yin. Yo creo que lo
que hemos perdido es la gracia, la luz, el tiempo sin preguntas. O sea, todo lo
que nos promete la mirada de una mujer madura y lúcida. Sin ella estamos
perdidos. Pero es verdad que con ella recobramos por momentos lo que acaso
nunca tuvimos. O no del todo al menos. Recobramos el ángel que deberíamos tener
de nuestra parte un rato cada día, aunque solo sea lo que dura ese anuncio de Loewe, incluido el make in off que lo acompaña. Qué menos.
Porque si el ángel viene a visitarnos cada tarde, o al mediodía, no todo está
perdido, y podemos aspirar a la mirada de Linda (sea ella quien sea) durante
esa sucesión de instantes que se extienden al lo largo del ámbar, en el
tránsito que va del rojo al verde en un semáforo de la Gran Vía. Ojalá que así
sea.
http://www.youtube.com/watch?v=ko17MyR8168
http://www.youtube.com/watch?v=ko17MyR8168
Si aún diese clase, entraría sigilosamente al anochecer en el blog, con las herramientas necesarias para ejecutar un hurto rápido y limpio. Colgado en el aula, tendría asegurada cada mañana, la autoestima de unas y el aprendizaje de otros. La sonrisa y la alegría.
ResponderEliminarNo lo descarto, a pesar de todo.
Vigila.