viernes, 15 de mayo de 2015

¿cuándo empieza el viaje?


     ¿Un viaje empieza cuando subes al avión, cuando cierras el maletero del coche? No, el viaje da comienzo mucho antes: cuando todavía no has elegido el destino y empiezas a barajar nombres, itinerarios, páginas web. Es posible que incluso antes de eso. Julio Cortázar estaba en lo cierto cuando dijo que "un libro empieza y termina mucho antes y mucho después de su primera y su última palabra." Un viaje es algo muy parecido a un libro. Al llegar por vez primera a una ciudad, ¿quién no ha tenido esa sensación de 'yo ya he estado aquí'? Casi todos los viajes tienen en algún momento un déjà vu. Es inevitable. Libros, novelas, películas, documentales... Hace mucho tiempo que ya es imposible llegar 'por primera vez' a Nueva York, París o Roma. No digo nada nuevo si afirmo que cada cual visita la ciudad que lleva en su imaginario. Por eso son tan importantes las películas y los libros que uno ve y lee en su juventud. A sabiendas o no, viajamos a los lugares de la memoria, de las lecturas. Cuando creemos que volamos a Egipto estamos viajando en realidad a El cuarteto de Alejandría, de Durrell; Cuernavaca es sin remedio la Quauhnahuac de Bajo el volcán, de Lowry; Manhattan es Ghotam City y es Woody Allen; Lisboa es Pessoa; Valladolid es el escenario de El hereje, de Delibes; el barrio londinense de Notting Hill ya será siempre Julia Roberts. Y así podríamos seguir con Anna Karenina, El tercer hombre, Innisfree, El año pasado en Marienbad... Hay tantos itinerarios, tantas novelas y películas por visitar... Como el cabarette de Montevideo en el que Gilda baila su inolvidable Put the blame on mame. Yo, como ya habrá intuido el lector asiduo de este blog, tengo puestas todas mis esperanzas una vez más en las farmacéuticas suizas y sus drogas de diseño, particularmente en la especialidad 'agencia de viajes'. Estoy dispuesto a vender mi alma al diablo de Zurich con tal de poder pagarme en su momento un tour de antología: para empezar, Memorias de África en todo su esplendor, tanto de la novela como de la película, seguida de un buen Orient Express en su recorrido completo: desde Victoria Station hasta la estación termini en Estambul; El Gatopardo (también libro y película) no podrá faltar; algunos capítulos de Suave es la noche, de Scott Fitzgerald, me los reservo como quien tiene  reservada una suite en el Negresco, con un Bugatti verde a la puerta y unas amigas de Tamara de Lempicka -muy bisexuales ellas- esperándome impacientes en la recepción del hotel. Pero esto no es más que el principio, las primeras grageas. Una noche loca en algún motel de carretera con Thelma y Louise parece bastante probable. Por otra parte, una buena huida a México siempre estará ahí, disponible. Y el morbo del Terciopelo azul también. El amante, de Marguerite Duras. Bélver Yin, de Jesús Ferrero, y El embrujo de Shanghai, de von Sternberg, completarían una trilogía exótica y asiática...  Bueno, confiemos en la ciencia, y en los cientos de comprimidos que nos podremos pagar, llegado el día, cuando se haga de noche.




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