viernes, 21 de noviembre de 2014

por vos tengo la vida

      "Yo no nací sino para quereros", escribió Garcilaso en un soneto memorable, y ello me da pie a confesar que tampoco yo nací para otras proezas que no sean amar y ser amado, jugar, reír, soñar,  pasarlo bien en esta vida. No es por presumir, pero difícilmente encontraréis a alguien con mejor disposición para el ocio y los placeres. Si por mí fuera, aquí no habría obligaciones ni estrictas monogamias -tampoco monoandrias, qué bobada-, ni pecados ni penitencias; si de mí dependiera, esto sería un falansterio jubiloso, una fiesta continua o biblioteca de Alejandría abierta a todas horas, una juerga interminable en la que no habría lugar para el dolor ni la tristeza. Lo confieso, yo no nací sino para la broma y el juego y la verbena juvenil, los fuegos de artificio, los amores de verano, el vino rico y abundoso, en tributo a mi señor el dios Dionisos. Así las cosas, no es casual que cuando veo una película o escucho una canción en las que la felicidad o el placer parecen instalarse en el recorrido, me exalto, me dejo llevar por un fugaz arrebato y exclamo para mis adentros: '¡viva la vida loca y el martini rosso! Aun a sabiendas de que la canción dará paso al silencio, y es probable que la película no acabe tan bien como sería de desear. Pero mientras duran la canción feliz y las escenas más hermosas, el mundo está bien hecho por momentos. Y es en este punto cuando paso del Renacimiento al día de hoy. Aunque no es fácil pasar de los endecasílabos armoniosos a la fealdad definitiva que se ha instalado en el presente. ¿Cómo abandonar la Égloga III para ingresar en la primera página de los periódicos sin una buena dosis de analgésicos y tranquilizantes? Se habitúa uno a disfrutar de los placeres que nos depara la belleza, la elegancia, el swing, la mera contemplación de unos andares cadenciosos como el agua que fluye. Se habitúa uno a ello, sí, pese a que es un error en las actuales circunstancias, pues a la salida de los placeres no estamos en condiciones de hacer frente a la cochambrosa realidad. Pero la pregunta surge inevitable: ¿qué hacemos aquí y ahora con toda esta banda de estafadores y chulánganos que se han forrado impunemente, en buena medida favorecidos por nuestra pasividad o escasa beligerancia? ¿Qué hacemos con ello, frente a ellos? Visto lo visto, lo que ahora me apetece más que nada es dar un buen golpe y hallar refugio -como James Mason al final de Operación Cicerone- en algún país remoto sin tratado de extradición. Pero también pervive en mí algo antiguo y fuera de lugar que me incita a plantar cara a todo eso. Qué despropósito. Aunque quiero creer que los laboratorios suizos -¡en los que tengo tanta fe!- conseguirán sintetizar el principio activo que favorezca los estados de ánimo más proclives a la belleza y los placeres, a disfrutar del buen vivir, y hasta de un dulce buen morir, soñando con la película o mujer o endecasílabo que cada cual prefiera. Para entonces, dentro de muchísimos años y canciones, ya hablaremos de los mejores finales de película, y de esas miradas que por sí mismas indultan una vida, o invitan a empezar de nuevo. Miradas que cuando surgen hacen que suene Fly me too the moon, o algo así, para empezar la fiesta.    O para despedirla.    

Frank Sinatra - Fly Me To The Moon (Live 1964) - YouTube

3 comentarios:

  1. Toda persona regia en verdad posee un país secreto, más real para ella que este pálido mundo exterior.
    Cerrando los ojos, improvisa una verja de hierro entre abedules, salta la barrera, toma posesión.
    Luego corre o vuela, o ... cabalga
    Nunca osé preguntar al amor por el gobierno de su reino ... ni por su geografía.

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  2. A eso se le llama 'tentación', María. Gracias, tentadora.

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  3. Al fin alguien, quién sino tú, habla de monoandria y entiende que la mujer existe igual que el hombre.

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