viernes, 27 de enero de 2017

la la land

     Hoy da comienzo la quinta temporada de estas confesiones de un mirón. ¿Cuántas llevan Modern family o Juego de tronos? La primera entrega se produjo el viernes 25 de enero de 2013. Ahora la mayor dificultad está en no repetirme, o que no se note demasiado, no vaya a ser que me ocurra lo que a Pierre Menard, autor del Quijote en el relato de Borges, que, tres siglos después de que lo hiciera Cervantes, escribió dos capítulos completos del Quijote, coincidiendo palabra por palabra con el original. Cuando ensayas mil veces la misma canción, llega un momento en que salen dos idénticas. Yo tenía previsto hablar hoy de la perversión del lenguaje, de esas acuñaciones verbales tramposas para las que se requiere algo de talento y mucha mala fe. Pero abandono la idea de denunciar esas falsificaciones de uso legal. Aunque creo que iba a lucirme glosando aquí la expresión recién creada por el portavoz de la Casa Blanca: 'hechos alternativos'. Para entendernos: las cámaras te graban robando a manos llenas y a cara descubierta, pongamos que en una gasolinera de Kentucky, y vas tú y le dices al juez que tienes unos 'hechos alternativos' que desmienten la realidad, la evidencia. Bien. Dejémoslo. Porque lo que de veras me apetece hoy es hablar de La La Land y de las ganas locas de bailar con que salimos mi mujer y yo del cine. Mi amiga NP la ha visto dos veces en la misma semana; yo escribo ahora este post al ritmo de su tema principal. Aquí, Ryan Gosling y Emma Stone no sólo cantan y bailan, como corresponde al género, sino que caminan, se mueven, se paran o se miran en musical, que es una manera muy sutil de estar: algo así como quien sabe que forma parte no ya de una historia, de un guión, sino, sobre todo, de una partitura. Y todo eso nos sucede en tiempos de calamidad. Es como si el guionista, el director, los productores, se hubieran dado cuenta de la necesidad que íbamos a tener de esta película. No sé si me explico. Cuanto más feas se ponen las cosas, más necesidad tenemos de Cantando bajo la lluvia, de Un americano en París, Ellos y ellas, etc. Y tan feas se están poniendo -primero en USA, muy pronto en Europa-, que no nos va a quedar otra que plantar cara y decir 'no' a todo eso. Julianne Moore, Meryl Streep, Angela Davis, Robert de Niro, Paul Auster y varios millones más ya lo han hecho. Será un 'no' de una elegancia como no se recuerda, una resistencia a la barbarie (no es otra cosa que barbarie) sin perder ni un ápice de glamour, de musicalidad.
La La Land (2016 Movie) Official Clip – “City Of Stars” - YouTube.

viernes, 20 de enero de 2017

algo para recordar

     Hace unos minutos he ido a la cocina, pero al llegar no recordaba el motivo que me había llevado hasta allí. He tratado de retroceder paso a paso con la tonta idea de que así se esfumaría el lapsus. No lo he conseguido, pero a cambio me he acordado de Memento, esa película de culto de Christopher Nolan. Cuenta una historia conocida: un hombre pierde la memoria reciente a causa de un fuerte impacto en la cabeza; a partir de ese instante olvida todo lo que ve, oye o le sucede al poco de producirse, a los tres minutos. Para sobrevivir a esa amnesia, el protagonista recurre a las fotos instantáneas y a las palabras o números que se hace tatuar en la piel. Por lo demás, la narración avanza hacia atrás, de manera que primero vemos las consecuencias de los hechos y después las causas. De acuerdo en que es un artefacto sofisticado, pero también es cierto que funciona como un reloj... cuyas agujas avanzaran al revés. Supongo que todos nos lo hemos preguntado: ¿se puede vivir sin la memoria reciente, olvidando a los pocos minutos cuanto nos sucede? Necesitaríamos tener siempre a alguien -una mujer, un hombre, una máquina- que nos recordara aquello que acabábamos de olvidar, para de ese modo poder entender lo que nos estaba sucediendo en ese instante, en ese nuevo lapso, que se desvanecería poco después... y así sucesivamente. Es una locura. La vida dejaría de ser una novela-río de miles de páginas para convertirse en una sucesión de microrrelatos, de experiencias que se escribirían una sobre otra, como en un constante palimpsesto. Tres minutos, esa sería la unidad. Tres minutos es lo que dura o duraba una canción cuando bailábamos. Pero lo mejor de aquellos bailes juveniles era precisamente la continuidad del tacto en las mejillas, el calor transferido de los cuerpos cuando la canción se fundía con la siguiente sin interrumpir el abrazo, el balanceo. ¿Cómo renunciar a ese continuo? Al contrario de la agobiante desmemoria de Memento, hay canciones que nos llevan a recordar cosas no vividas, que nos evocan recuerdos que nunca sucedieron. Son un regalo impagable: añaden vida a la vida. Es el caso de esta The Wheel of Fortune que ahora escucho deliberadamente. Pertenece a una época -1952- y a un estilo que no me corresponden en modo alguno, una canción que nunca he bailado ni sonó nunca en mi vida hasta hace unos pocos años, y sin embargo..., no sé cómo decir, esa canción hace míos los recuerdos, las emociones de otros. Supongo que es algo que nos pasa a todos alguna vez. Hay una frase conmovedora que el protagonista de Memento pronuncia ante los recuerdos destruidos de su mujer: "no me acuerdo de olvidarte." Existe una palabra hermosa contraria al olvido: 'memorabilia'. Me quedo con esta definición: "es el registro de las cosas que vale la pena recordar."
Kay Starr - The Wheel Of Fortune 1952 - YouTube

viernes, 13 de enero de 2017

justicia poética

     (Idea para un relato) Estamos en 2020. Un desconocido club de lectura autodenominado Chesterton es el núcleo central del que ha surgido una secreta sociedad con fines altruistas dispuesta a boicotear el poder casi absoluto que se ha impuesto sin apenas resistencia tanto en América como en Europa, en Oriente y en Occidente. ¿Cómo hemos podido llegar a esta distopía de rostro amable o aburrido? No es fácil responder en menos de 140 caracteres: un control casi total de los medios de opinión y comunicación; una distribución masiva y continuada de adormidera, o sea de anestésicos y banalidad; una pérdida alarmante del espíritu crítico. Ese es el marco en el que el pequeño club Chesterton decide convertirse en Justicia Poética, una síntesis de laboratorio de ideas y células de acción directa. Nadie sabe quiénes son ni cuántos miembros constituyen esa secreta sociedad con ramificaciones en diferentes países. Lo que sí se sabe -o se deduce de sus comunicados y actuaciones- es que en su interior hay  informáticos, analistas, detectives, hackers, filósofos, algún novelista... pero también activos miembros o ex miembros de unidades especiales expertos en acciones directas, ya sean estas fulgurantes o silenciosas. Lo cierto es que las iniciales JP hace tiempo que circulan (en voz baja) por las cancillerías, los servicios de inteligencia, los centros de poder; ahora también están presentes en las redes sociales. Sus simpatizantes parecen haber convertido en eslogan aquel I'm Spartacus (Yo soy Espartaco). Cuando una empresa importante se 'deslocaliza' o despide a una parte de la plantilla sin más motivo que el puro lucro, de inmediato aparece en sus oficinas la señal, la marca Justicia Poética. Cuando una petroquímica no cumple con las leyes y envenena los ríos impunemente, manos anónimas llenan sus muros y su web con las siglas JP. Si una televisión oculta o falsea con todo descaro la realidad, la redacción se ve invadida por miles de JP en todos los formatos, colores, tipografías. Así las cosas, si un político corrupto sufre un accidente, la mayoría silenciosa lo atribuye a la larga mano de Justicia Poética. Si un magnate mafioso cae fulminado por un ictus, o su avión se estrella, o aparece una documentación muy comprometedora, nadie pregunta nada: Justicia Poética. Magistrados prevaricadores, evasores de capitales, especuladores sin escrúpulos, traficantes de armas, de drogas, de chicas del Este... Toda esa high society instalada en las apacibles praderas de la impunidad, empieza a sentir -con o sin motivoque una larga sombra se extiende, se aproxima. Al parecer, en sus zonas residenciales se ha disparado el consumo de ansiolíticos y somníferos. (Más allá del relato, quizá pudiera valer para novela corta: 125 páginas)     

viernes, 6 de enero de 2017

premios, regalos, maravillas

        Puesto que yo soy más bien afortunado en amores, siempre me he mantenido al margen de los juegos de azar, de la baraja, la ruleta, incluso la lotería. Pero a cambio me gusta no poco jugar; uno de esos juegos es el de hacer regalos: libros, discos,vinos, pulseras, dedicatorias; otro, conceder premios. Y qué mejor idea para un día de Reyes que repartir unos cuantos. Ya lo hice aquí en un post que titulé entrega de premios, y la verdad es que me quedé con ganas de repetir. Generoso que es uno. Pero a poco que sobrevolemos el 2016 -annus horribilis- nos encontramos con una película que se merece mis mejores premios: A Quiet Passion, dirigida por Terence Davies, con una gran Cynthia Nixon convertida en Emily Dickinson, la enorme y delicada poeta norteamericana. Algo semejante es lo que consigue nuestro Eduard Fernández haciéndose pasar por el infame aunque genial impostor Francisco Paesa en El hombre de las mil caras, la película de Alberto Rodríguez. Y de la butaca de cine al sillón de lectura. Disfruté tanto con los Cuentos de amor del refinado y algo perverso Junichiro Tanizaki como con Peregrinos de la belleza, viajeros por Italia y Grecia, de María Belmonte. Aquí entrarían asimismo estos gozosos Fragmentos de George Steiner -¿cómo no premiar a Steiner? ¡Siempre!-, y también el poemario Y una sospecha, como un dedo, donde Francisco Layna demuestra que es capaz de “dar con la palabra, encontrarla,/y después acudir a otro poema.”  Escribe Steiner: “Pensemos el idioma como un silencio ensordecedor, o como las sirenas de Kafka que amenazan con no emitir su canto.” Es así, de este modo, como entramos en el silencio, en los Pliegues de silencio de Jesús Capa que todavía resuenan en la memoria visual de quienes asistimos, asombrados, a su instalación. Y hablando de arte, Franciska Teresa es una desconocida amiga polaca; a ella le debo, le debemos, toda esa abundante belleza que comparte alegremente cada día en Facebook. Gracias, Franciska. Aunque con meses de retraso, a Lucia Berlin empezaré a leerla hoy mismo, pero es verdad que la frase que aparece en la portada de su prometedor Manual para mujeres de la limpieza es de las que por sí solas merecen o anticipan un premio de los grandes: “En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados.” Asaltemos pues los cielos de los bares y las licorerías. En su interior encontraremos premios, regalos, maravillas...